N° 2 - Marzo 2003 – Lavori in corso – Contributi

 

 

Faida y bandolerismo en la Cataluña de los siglos XVI y XVII(*)

 

 

Xavier Torres Sans

Universitat de Girona

 

 

 

Sumario: 1. Introducción. – 2. Un viejo problema: bandoleros y proscritos. – 3. Faida y bandolerismo. – 4. Señores y bandoleros. – 5. Epílogo: la leyenda. – Tavola n° 1. – Tavola n° 2. – Tavola n° 3. – Tavola n° 4.

 

 

 

1. – Introducción

 

En un convenio de esta naturaleza, dedicado al análisis comparativo de los diferentes “banditismi mediterranei nei secoli XVI e XVII”, referirse a Fernand Braudel y a su conocida obra sobre el Mediterráneo de Felipe II resulta probablemente tan inevitable como pertinente. Pues, como se sabe, Braudel hizo del bandolerismo -o brigandage- y sus múltiples manifestaciones o vertientes -salteamiento de caminos, ratzias de montaña, lucha de facciones aristocráticas o feudales- uno de los sujetos o protagonistas de su magno estudio sobre aquel ámbito geopolítico en la prima età moderna. Así, el bandolerismo mediterráneo del Quinientos -“cette guerre agile, cruelle et quotidienne”, según la fórmula braudeliana- habría sido ante todo el resultado de la carestía y la presión demográfica; una presión, cabe añadir, particularmente intensa o precoz en el caso de la montaña mediterránea, dada su pobreza de recursos. De este modo, el exceso de población montañesa se “derramaría” periódica e inevitablemente hacia el llano, a menudo turbulenta o violentamente. El bandolerismo, entonces, no sería sino una variante de la “característica” ratzia montañesa mediterránea[1].

Ahora bien, en una relazione sobre el bandolerismo catalán del XVI-XVII, la evocación del Mediterráneo de Braudel, así como de las tesis de dicho autor, no parece menos necesaria. No sólo por el hecho de que Braudel incluyera la Cataluña del período entre “las regiones más célebres” –al lado de la Calabria o la Albania – del bandolerismo mediterráneo; sino, más bien, porque la moderna historiografía catalana del bandolerismo se ha inspirado netamente – cuando no literalmente– en las apreciaciones y argumentaciones del historiador francés. Éste fue el caso, en particular, de Joan Reglà, un discípulo de Jaume Vicens Vives, que en las postrimerías de la década de 1950 escribió diversas e influyentes monografías sobre la materia. Para Reglà, como para Braudel, el “bandolerismo catalán del Barroco” – tal como lo denominó el primero – era el resultado de “la plenitud demográfica de la montaña, que se desborda violentamente hacia el llano, y que avanza o retrocede, como en un trágico rigodón, según la energía de las autoridades en la persecución. Ésta va, naturalmente, del llano hacia la montaña...”. E incluso la aparentemente inexplicable contienda de facciones –entre los llamados nyerros i cadells, cuyas cuadrillas se combatían sin tregua en los inicios del Seiscientos en muchos lugares de Cataluña – podía comprenderse mucho mejor –sugería Reglà– si se considerara que el conflicto reproducía tendencial o indirectamente il consueto contraste entre la llanura – emplazamiento de prósperos agricultores y de burgueses radicados en las ciudades – y la montaña – pirenaica, en este caso[2]. Como sentenciara en su día Vicens Vives, el maestro de Reglà, «el bandolerismo... es un estado de espíritu de la Cataluña montañesa del Quinientos...»[3].

Pero no acaban ahí los préstamos o similitudes. El propio Reglà tomaba también de Braudel, “catalanizándola” convenientemente, la distinción entre un bandolerismo aristocrático, de origen medieval y “al margen de motivaciones económicas”, y un bandolerismo genuinamente popular, “hijo de la miseria” –en braudeliana expresión de Reglà– o de la sobrepoblación, que habría eclipsado rápida y fácilmente aquél otro en las primeras décadas del Quinientos. De este modo, aunque las luchas de facciones –o bandositats, tal como eran llamadas en catalán– no desaparecieran completa o subsiguientemente -ahí estaban los nyerros i cadells del Seiscientos para desmentirlo-, el “bandolerismo catalán del Barroco” habría sido, ante todo, un bandolerismo de subsistencia, fruto de la necesidad. Ciertamente, una interpretación semejante bien pudiera haber entroncado con el modelo no menos difundido del “bandolerismo sociale” (Social Banditry) elaborado por E. J. Hobsbawm. Como es sabido, para este conocido historiador contemporaneísta británico el bandolerismo –tanto de la edad contemporánea como de otras épocas anteriores – puede explicarse –aunque no siempre ni en todos los casos – como una manifestación – por limitada o “primitiva” que fuere– de protesta o rebelión social, característica de las sociedades rurales o “tradicionales” – es decir, pre-capitalistas[4]. Pero Reglà, que no parece haber conocido a tiempo los “rebeldes primitivos” de Hobsbawm, nunca llegó tan lejos. Y el resultado fue que los argumentos de Hobsbawm tuvieron mucho menos eco o predicamento que los de Braudel en la moderna historiografía del bandolerismo catalan de la época moderna.

Ahora bien, algunas investigaciones recientes sugieren que el caso catalán no guarda suficiente concordancia ni con uno ni con otro modelo explicativo. Pues, ni los bandidos catalanes fueron “sociales”, por lo general[5]; ni siempre ni los más de ellos procedían de la montaña pirenaica, tal como presupone Reglà. Por el contrario, por sus conexiones o complicidades con muchos señores locales e incluso con las autoridades del país o de la corona, así como por las propias características de los bandos –dimensiones, movilidad geográfica, longevidad de muchos de sus caudillos, entre otros indicios–, estos  bandoleros catalanes –e incluso el bandolerismo catalán de la primera edad moderna en su conjunto– parecen encajar mucho mejor en otro género de factores explicativos; como, por ejemplo, el tipo de cambios tanto políticos como sociales acaecidos un poco en todas partes en el tránsito de la edad media a la edad moderna y que cierta historiografía anglosajona ha sintetizado con la fórmula de “feudalismo bastardo” (Bastard Feudalism). Tampoco puede desecharse la comparación –oportunamente matizada– con ciertos modelos explicativos de los fenómenos mafiosos –tal como hiciera, sin ir más lejos, J. Casey cuando trató de tipificar adecuadamente el bandolerismo valenciano del Seicentos –tan semejante, en suma, al de la vecina Cataluña[6]. Tanto en uno como en otro supuesto el bandolerismo aparece como un resultado tanto de la debilidad de las estructuras estatales como de la lucha o competencia entre las élites locales (desde señores feudales hasta campesinos acomodados) por recursos de todo tipo (materiales y inmateriales u “honoríficos”).

 

 

2. – Un viejo problema: bandoleros y proscritos

 

La reputación de los bandoleros catalanes se fraguó, ciertamente, a lo largo del siglo XVI[7]. La documentación emanada de la cancillería virreinal del Principado, plagada de noticias sobre la infructuosa persecución delle bande o quadrilles, así parece sugerirlo. Los procesos conservados en las curias locales (veguerias) e incluso muchas de las misivas expedidas por los municipios en ese mismo período constituyen, asimismo, otros tantos indicios que refuerzan esta impresión. Por otra parte, no se trata tan sólo de las fuentes oficiales o institucionales. Fue en esa época precisamente cuando algunos banditi catalani de renombre empezaron a ser ensalzados por los dramaturgos y literatos castellanos; tal como hiciera, por ejemplo, Lope de Vega en el caso de Antoni Roca (?-1546), un significado capobanda de mediados del Quinientos. La fama alcanzada por las bande del Principado catalán perduró, aumentada si cabe, en el curso de los primeros decenios del siglo XVII. Por aquel entonces, viajar continuaba siendo una temeridad, y los banditi, a su vez, una obsesión: «Llegamos a Igualada - escribía un gentilhombre castellano - con la hostia en la boca, teniendo aviso de: aquí van los bandoleros; aquí llegan; allá nos aguardan...». Eran los tiempos de caudillos tan calificados como Perot Rocaguinarda (1582-? s. XVII), inmortalizado por Cervantes en El Quijote, y Joan Sala alias Serrallonga (1594-1634), cuya leyenda y popularidad se ha perpetuado hasta nuestros días[8].

Sin embargo, el bandolerismo - es decir, tanto la lucha de facciones como el mero salteamiento de caminos - no eran fenómenos recientes ni exclusivos de la Cataluña moderna. Aunque no se haya llevado a cabo todavía una verdadera monografía sobre el bandolerismo catalán medieval, una simple ojeada bibliográfica basta para percatarse de que este género de violencias, indisociable muy a menudo de las guerras privadas entre señores feudales, no habría sido menos frecuente o característico antes del XVI y XVII, la época del bandolerismo “por antonomasia”, como se cree a menudo. Así, en los alrededores de Barcelona, durante la segunda mitad del siglo XIV, actuaban ya, con toda soltura, le bande de Pere de Canet, descrito como “robador de camins” (salteador de caminos), y de un tal Pericondo, “qui tenia grans valedors en Barcelona” (que tenía grandes fautores en Barcelona). Las guerras privadas o “bandositats” - como eran llamadas en la Cataluña medieval y moderna -, la modalidad por excelencia del bandolerismo feudale o signorile, no eran, a su vez, menos habituales en las primeras décadas del siglo XV, cuando incluso un abad de Montserrat y una abadesa del monasterio de Pedralbes (Barcelona) se hallaban en plena refriega. Muchos de tales conflictos, feudales y locales, se prolongaron sin solución de continuidad en el curso y en el marco de la denominada guerra civil catalana de mediados de siglo (1462-1472); una oportunidad idónea, para muchos de estos belicosos nobles, de zanjar viejas pendencias familiares o feudales[9].

Así, pues, no es nada seguro que el Quinientos o el Seiscientos - o el Barroco, como prefería Reglà - hayan sido el “siglo de oro” del bandolerismo catalán. Es más: tampoco resulta mucho más evidente que el número de bandoleros haya aumentado al compás del tiempo y incluso del crecimiento demográfico. Pues, aunque no se disponga (ni se pueda disponer en un futuro dadas las deficiencias originales de las fuentes) de una verdadera cronología o estadística del bandolerismo catalán de la edad moderna (¿cuántos bandoleros o cuántas bandas por lo menos campaban a lo largo del territorio catalán en un período dado?), todo parece indicar que los bandoleros, así como los conflictos faccionales, proliferaron por igual tanto en tiempos de recesión demográfica como de crecimiento; tanto en lugares de baja densidad de población como en aquellos otros densamente poblados, urbes y ciudades inclusive. Tal era el panorama, sin ir más lejos, en muchos lugares de la Cataluña de comienzos del Quinientos, cuando según nuestras fuentes, así como por las observaciones directas de algunos viajeros del período (Francesco Guicciardini o Andrea Navagero, entre otros), sabemos que el país “mancava assai di uomini” (como escribía el último). Y tampoco resulta demasiado congruente que el bandolerismo catalán haya remitido en intensidad (a lo que parece) justamente cuando la población, revitalizada mediante la numerosa inmigración francesa, alcanzaba de nuevo, en el segundo tercio del siglo XVII, su techo demográfico (este medio millón de habitantes, aproximadamente, que no será superado hasta finales del siglo XVIII)[10].

Por otra parte, tampoco es completamente seguro que el tipo de presiones que llevaban a los hombres pobres a convertirse en bandoleros hayan sido más acuciantes o regulares en la montaña que en el llano; mucho más populoso, y donde se amontonaban, en realidad, muchas más familias sin expectativas (por lo menos, en cifras absolutas). Dicho de otro modo, ni a principios del siglo XVI ni cien años después, ni en una coyuntura demográfica ni en otra, los bandoleroscatalanes no fueron siempre montañeses. Es más, la mayoría nunca lo fueron, tal como se deduce por lo menos de los registros sobrevivientes de los bandoleros condenados o perseguidos por la justicia real a lo largo de la segunda mitad del Quinientos y de las primeras décadas del siglo siguiente (una muestra de cerca de medio millar de bandoleros) en el conjunto del territorio catalán.

Así, un somero examen de la cartografía del bandolerismo (elaborada a partir de los registros de la Real Audiencia de Cataluña correspondientes al periodo 1576-1630) muestra que el fenómeno, en cualquiera de sus vertientes (salteamiento de caminos, bandositats o guerra de facciones, etc.), distaba mucho de circunscribirse a las solas regiones montañosas[11]. Pues, aunque en términos relativos sobresalgan sin duda algunas comarcas pirenaicas o pre-pirenaicas (como el Alt Urgell, la Cerdanya, el Ripollès o la Garrotxa), la primacía, por lo menos en cifras absolutas, corresponde al llano; o más exactamente, a ciertas comarcas intermedias o de transición, como Osona y el Bages (en la Cataluña central) e incluso el Vallès oriental, a las puertas de Barcelona, que en dicho período segregaron muchos más bandoleros que el accidentado y conflictivo Alt Urgell o que muchas comarcas pre-pirenaicas. En tales muestreos, los mínimos se observan siempre en el extremo más oriental del Principado – en comarcas populosas pero bastante fértiles, como el Empordà o el Rossellò – y en ciertas regiones occidentales, como les Garrigues o incluso el Segrià, donde la emigración debió constituir, quizás, la válvula de escape más asidua.

Por otra parte, es ciertamente comprensible que el salteamiento de caminos – una actividad económica al fin y al cabo– se haya polarizado en las tierras bajas, alrededor de los principales ejes comerciales del país; es decir, a lo largo de la ruta occidental de Lleida a Barcelona (que atravesaba las poblaciones de Cervera, Igualada y Martorell) y en el camino que unía Barcelona y Perpinyà (ya fuera a través de la Plana de Vic y Puigcerdà, o más a menudo todavía, por las comarcas del Vallès, la Selva y el Empordà) (véase tabla nº 3). Sin embargo, la relevancia de las tierras bajas no se reduce al salteamiento de caminos. Pues la Cataluña llana ha engendrado en definitiva tantos o más caudillos de renombre que la Cataluña pirenaica. Así, si la Cerdanya ha conocido caudillos de la talla y resonancia del Minyó de Montellà o del denominado Cua de Llop, la vegueria de Vic –la patria de los Rocaguinarda, Trucafort, Coixard, Serrallonga y tantos otros–, el Camp de Tarragona –lugar de origen de los no menos famosos en su tiempo Miquel Morey, el Pay Català o Rovireta – e incluso el llano de Urgell –con los hermanos Poch, Barbeta y el llamado Estudiant Altarriba – han sido, especialmente en las primeras décadas del siglo XVII, un auténtico manantial de bandoleros legendarios (véase tabla nº 4).

Todo ello no significa ignorar o minimizar el papel de la montaña y las estribaciones pirenaicas como refugio o “santuario” de muchas bandas; o bien, como ruta de huída, más allá de la frontera catalana, de muchos proscritos. Pero el bandolerismo catalán de los siglos XVI y XVII, a tenor de lo expuesto (y tal como ya adujera en su día Pierre Vilar), no puede ser concebido simplemente como un desguace de población montañesa hacia la llanura; incluso si ésa ha sido, en ocasiones o regularmente, una de sus facetas[12]. Por otra parte, la hipótesis de un bandolerismo de subsistencia tampoco parece dar cuenta de la complejidad de los hechos. Pues, aún cuando la presión demográfica hubiera multiplicado el número de indigentes - supuesto bastante plausible -, nada indica que el enrolamiento en una bande o quadrilla fuera, en realidad, la única salida o alternativa posible. De hecho, en ocasiones, ésta podía ser la salida más difícil o impracticable, pues no todos los desharrapados podían hacerse con el bagaje imprescindible de los auténticos bandoleros: «Si tuviera un pedreñal, me iría con los bandoleros», se lamentaba un pequeño delincuente de la batllia de Terrassa[13]. Así, pues, lo que debiera ser objeto de análisis son más bien las condiciones – no sólo materiales – que facilitaban el paso de la pobreza al bandolerismo: un paso que, como se ha visto, no siempre era tan fácil de dar, especialmente – y paradójicamente – en el caso de la población más necesitada o miserable. Dicho de otro modo, lo que debiera explicarse es más bien por qué razón el descontento o la desesperación de los “hijos de la miseria” se manifestó o desahogó en la Cataluña de los siglos XVI y XVII por la vía de un tipo específico y sostenido de violencia o bandolerismo; en lugar, por ejemplo, del vagabundaje de masas, o más simplemente todavía, la emigración, tal como sucediera en muchas otras latitudes europeas durante el mismo período[14].

En suma, los bandoleros que llegaban a serlo no siempre ni necesariamente tenían que proceder de las lares más empobrecidas o de las filas de los auténticos desheredados. De hecho, los datos disponibles inclinan a pensar más bien lo contrario. Pues, aun cuando no resulta nada fácil conocer con precisión la condición real (más allá de las fórmulas convencionales como agricolae, pagès u otras) de los bandoleros o de sus familias respectivas, sabemos con certeza que muchos de ellos eran hereus o herederos únicos (tal como certifica a menudo su propio alias) o segundones (cuando menos) de masos o poderi acomodados. Por otra parte, en la relación de cerca de medio millar de bandoleros condenados por la Real Audiencia de Cataluña durante el período 1576-1630 resulta llamativa o significativa la elevada proporción – la mitad, exactamente – de agricolae o campesinos propietarios (enfiteutas) o arrendatarios (masovers) de un fundo; mientras que el porcentaje de braccianti o laboratores (como dicen las fuentes) apenas supera el 15%, el mismo que el de los conceptuados como pastores (véase tabla nº 1).

Desde luego, eso no significa que todos los agricolae fueran ricos o llevaran una vida desahogada. El propio Joan Sala alias Serrallonga, a juzgar por los datos disponibles, parece haber sido el producto de la decadencia gradual tanto de los Sala como de los Serrallonga, dos famílias de campesinos acomodados y respetables a comienzos del Quinientos[15]. Ahora bien, Perot Rocaguinarda, el bandolero catalán inmortalizado por Cervantes en las páginas del Quijote, procedía, igual que muchos otros jóvenes que alimentaban las luchas locales de las facciones de nyerros y cadells, de una familia campesina no sólo suficientemente acomodada y bien relacionada (incluso con algunos señores de los contornos), sino muy implicada, a su vez, en las venganzas, faide y rivalidades feudales de la región. En otras palabras, lo que habría hecho de Perot Rocaguinarda – un segundón de una heredad del lugar de Oristà, cercano a la ciudad Vic – un célebre caudillo habría sido no tanto la adversidad o fatalidad económica como el ambiente de rencillas familiares y disputas faccionales (que en el ámbito de la vegueria de Vic incluían hasta un obispo local entre sus principales instigadores) de su medio natal y feudal, así como la demanda subsiguiente de jóvenes mesnaderos u hombres de armas. Aquí, como en otras partes, los bandoleros parecen ser “hijos de la faida” antes que de la miseria[16].

Un examen del perfil social de los fautores (fautors) locales de los bandoleros revela, por otra parte, ciertas concordancias significativas. Así, el apoyo a las bandas no siempre proviene de las capas más bajas del medio rural ni, en particular, de los campesinos sin tierras. Serrallonga y los suyos, por ejemplo, se llevaban bien con ciertas mujeres pobres y viudas de los alrededores, que les daban acogida, comida, y que incluso les hacían la colada por unos pocos dineros. Pero entre los fautores de su  banda se contaban además un familiar del Santo Oficio, radicado en Santa Coloma de Farners, pariente del capobanda; los jurats o magistrados locales del lugar de Tona; y los batlles o agentes señoriales de las localidades de Riudellots, Vallfogona, Talarn, Amer, Sant Hilari de Sacalm, Castanyet y Tavertet, entre otras. Su antecesor más insigne, el ya citado Perot Rocaguinarda, era favorecido asimismo por las autoridades locales de Taradell, Sau, Roda y Sant Quirze de Besora, e incluso por algunos magistrados de la Real Audiencia de Cataluña; así como por un cierto número y género de pagesos o campesinos de los contornos que recibían –en las fuentes notariales y judiciales– el tratamiento formal de “honorables”, como los Quadres de Gurb, los Casamiquela de Sant Bartomeu del Grau o los Vilatortella de Sant Julià Sassorba, todos ellos familiares de la Inquisición, además de notorios propietarios de tierras. El hecho no resulta demasiado sorprendente: se trataba de los mismos individuos o famílias que protagonizaban y encabezaban las virulentas faide rurales, que se polarizaban siempre entre los miembros de las élites locales, y que daban origen a un gran número de bandoleros.

 

 

3. – Faida y bandolerismo

 

Así, pues, la miseria y la sobrepoblación no lo explican todo, pues el bandolerismo catalán de la edad moderna se alimentaba de los ricos y poderosos –y de sus disputas particulares– antes que de los pobres u oprimidos –y sus dificultades. La razón de esta aparente paradoja parece que debe buscarse en la vigencia de las faide y las guerras privadas; o dicho de otro modo, en el carácter altamente descentralizado todavía de la violencia armada. Efectivamente, aun cuando uno de los objetivos de los gobernantes europeos de los siglos XVI y XVII pudiera ser –para decirlo con la conocida fórmula weberiana– el monopolio de la violencia y la coacción legal, la realidad era, por supuesto, bien distinta. En todas partes, la aristocracia y los señores jurisdiccionales se rodeaban todavía de un séquito más o menos nutrido según los casos de masnadieri y clientes armados. En la Inglaterra de los Tudor tales tratos se formalizaban incluso por contrato (indenture), dando origen a lo que se ha calificado – con más o menos acierto – “bastard feudalism[17]. Semejante proceder se explica, en primer lugar, porque en la sociedad europea de la primera edad moderna la fortuna y influencia de los poderosos se medía aún por el número de vasallos y fieles que pudieran allegar de manera estable o con ocasión de grandes acontecimientos. Pero, también, porque entre las prerrogativas de los barones y señores feudales se mantenía aún – aunque fuera bajo ciertos supuestos crecientemente restrictivos – el recurso a las armas, así como la facultad de movilizar a sus vasallos y deudos cuando la ocasión así lo requiriera. Estos contingentes feudales podían – debían, en realidad – acudir puntualmente en socorro de unos monarcas o gobernantes crónicamente deficitarios de efectivos militares; contribuir, llegado el caso, a aplacar las grandes insurrecciones campesinas; y mantener, en general, el orden público local o de los feudos, dada la escasez de medios de coerción local o territorial de la monarquía o del gobierno.

Naturalmente, no siempre ocurría así; y muy a menudo, por el contrario, estas milicias feudales y sus patrocinadores llegaron a ser el verdadero foco de las turbulencias. Éste parece ser, en suma, el verdadero origen del bandolerismo en la Cataluña de los siglos XVI y XVII, así como en otros dominios de la Monarquía Hispánica (o aun en otras latitudes del período). Como sentenciara el expeditivo duque de Alburquerque, virrey de Cataluña durante los años 1616-1619, «es evangelio que no hubiera bandoleros si no los sustentaran y criaran caballeros». Un siglo antes, Francesco Guicciardini, de paso por el Principado catalán en 1512, ya había advertido la raíz del problema:

 

molti cavalieri e gentiluomini di Catalogna tengono inimicizia e stanno in briga... il che per uno antico privilegio che ha il regno possono lecitamente fare... ed è costume di questo paese che tutti e´ parenti intervengono nelle brighe; e quegli che sono in quistione, quando hanno punto di nervo, tengono, per essere più forti, ricetto di tutti e´ tristi del paese. E molti vi sono che hanno luoghi e castelli dove... concorrono tutti e´ tristi ed assassini del paese, e loro per avere più seguito gli intratengono, nutriscono e difendono. Da questo bandoleggiare, che così si chiama, nasce che questi bandolieri, avendo carestia di danari e parendo loro avere caldo, si mettono talvolta a assaltare alla strada...[18].

 

Pero ¿qué razones o que género de “enemistades” particulares llevaban a los señores del Principado catalán (y aún de otras latitudes) a amparar en sus dominios   bandoleros o masnadieri?. Ciertamente, no puede descartarse que el pillaje de las bandas sustentadas por la nobleza haya sido, a fin de cuentas, una forma como otra de complementar unas rentas a veces escasas; o incluso una manera de reflotar un patrimonio maltrecho. Las pesquisas de las autoridades, cuando menos, señalaron más de una vez en esta dirección. A fines del siglo XVI, el castillo de Joan Cadell, señor de Arsèguel (Cerdanya), pasaba por ser el auténtico almacén del botín capturado por le bande del Minyó de Montellà y el llamado Batlle d´Alòs, que operaban desde la Ribagorza hasta el llano de Urgell, y que se habían especializado en el robo de ganado y el secuestro de particulares pudientes. En tiempos del virrey duque de Alburquerque se incriminó, asimismo, la persona de Miquel de Calders, barón de Segur, en cuyo castillo se hallaron los cofres – vacíos – de un convoy de moneda real, asaltado por la banda de Barbeta el año 1613, en las proximidades de Cervera.

Desde luego, no siempre es posible verificar la exactitud de tales imputaciones; sujetas, en ocasiones, a los manejos de los enemigos particulares de los inculpados e incluso de los propios virreyes del Principado, que se valieron más de una vez de las disensiones intestinas o faccionales de la nobleza local para alcanzar determinados objetivos de gobierno. En todo caso, los usos de los bandoleros y masnadieri feudales eran ciertamente más variados. Muchos señores jurisdiccionales no dudaban en emplearlos para acallar a sus propios vasallos, especialmente cuando éstos se mostraban recalcitrantes. Así, de los ocho asesinatos que se atribuían – en un proceso del año 1623 – a Carles Alemany, señor de Bellpuig y Tortellà, y a sus secuaces, siete lo eran de vasallos suyos o moradores – campesinos los más, además de un sastre y un tejedor – de sus baronías. De violencias semejantes, perpetradas por la banda del “popular” Perot Rocaguinarda, se quejaban asimismo los vecinos de la villa de Ripoll, vasallos del monasterio y de su abad, fray Francesc de Pons, identificado como uno de los principales fautores del caudillo. Y lo mismo sucedía en otros lugares que – como los vecinos de Ripoll – llevaban años porfiando a fin de sustraerse a la dominación de sus señores y acogerse a la jurisdicción real. No otro era el deseo de la villa de Ponts, bajo la jurisdicción del conde de Santa Coloma, pero en el año 1622 todos los lugareños estaban «amedrentados por la mucha gente de armas enviadas por el conde». He ahí, pues, un tipo muy peculiar de “bandolerismo”: que se confunde, de hecho, con los poderes coercitivos de la señoría y la reacción feudal subsiguiente.

Sin embargo, la represión de vasallos no era la única vertiente del bandolerismo feudal. Los señores catalanes amparaban masnadieri e bandoleros también para guerrear entre sí, es decir, contra sus congéneres de clase: se trataba, tal como pudo observar Guicciardini, de la clásica faida o guerra privada  “tra i grandi e gentiluomini”, pero que, a su vez, solía arrastrar invariablemente o velis nolis a vasallos y seguaces de muy diversa condición –además de bandoleros estrictos– en el marco más amplio de la pugna de facciones locales; capitaneadas por los grandes, generalmente, pero siempre interclasistas en un grado u otro. Y ello no sólo por la existencia de la coerción señorial o de obligaciones feudales de índole militar, como la llamada en Cataluña host i cavalcada; sino, básicamente, porque allí donde la presencia del Estado o de una justicia pública eran insuficientes o inexistentes –cosa que sucedía en muchas partes de la Europa de la edad moderna– “the factions became the most potent organisations for regulating local conflicts, protecting the vulnerable and weak, and providing a source of collective identity”, como escribe E. Muir; y la vendetta, a su vez, “the principal means for the resolution of conflicts”[19]. La composición por clases sociales de los seguaces y fautores de las luchas o bandositats locales de nyerros e cadells en la Cataluña de comienzos del Seiscientos son una corroboración del carácter interclasista de la faida o del campo faccional. Entre nyerros e cadells no sólo no había diferencias substanciales de orden sociológico (del tipo burguesía de las ciudades versus señores de los feudos o de las montañas, como creyeron ver algunos estudiosos), sino que ambas facciones podían llegar a ser – tal como sucede en el caso de la ciudad de Vic, pero no sólo en éste – simétricamente interclasistas (véase tabla nº 2). No hace falta añadir que entre los miembros de una facción y otra tampoco se adivinan o dejan ver diferencias o antagonismos de índole ideológica o política (algo que también habían supuesto ciertos autores al sugerir un matiz más “catalanista” – o todo lo contrario – en una facción que en otra). Los horizontes de la faida, así como su significado, son siempre más bien locales o vernáculos.

Ahora bien, este género de violencias no sólo era frecuente, sino también legítimo; cuando menos, bajo ciertos supuestos. Guerrear, de hecho, era la ocupación primordial de la nobleza, así como uno de los privilegios aristocráticos más genuinos; razón por la cual los gobernantes del período tuvieron que contentarse en casi todas partes – dada su debilidad – con encauzar dicha práctica dentro de unos límites tolerables o compatibles con su autoridad. Así, de derecho, nunca hubo en la Cataluña de los siglos XVI y XVII una prohibición total o rotunda de la guerra privada. Contrariamente, las constituciones aprobadas a principios del siglo XVI penalizaban únicamente los excesos de las venganzas privadas e ilegalizaban solamente algunas modalidades de desafío, a saber: los desafíos anónimos o firmados con nombre falso, y aquellos otros realizados por inmigrantes franceses o dirigidos contra las autoridades urbanas y los eclesiásticos en general. No obstante, semejantes restricciones no hacían sino confirmar –por pasiva– la licitud de las guerras privadas; aun cuando el monarca, en ocasiones, no ocultara su reprobación particular, como se puede observar en una pragmática de Fernando el Católico del año 1511. Estas mismas restricciones, además, muestran que la guerra privada tampoco era privativa de la nobleza, y que, por consiguiente, “ciudadanos honrados” (un título de nobleza urbana), mercaderes o simples maestros gremiales, además de campesinos de toda condición, también podían desafiarse y damnificarse mutuamente – aunque fuera indirectamente o mediante su incorporación en una u otra faida  o bandositat preexistente – con idéntica desenvoltura o regularidad[20].

Ahora bien, ¿por qué se empecinaban en guerrear los señores del Principado? ¿Por pundonor, quizás, como sugieren tantas fuentes y autores –literatos, especialmente– de la época? Lo cierto es que el bandolerismo señorial de la Cataluña moderna era indisociable de las frecuentes disputas inter-nobiliarias por razón de feudos, derechos y rentas patrimoniales. Y aunque este tipo de conflictividad pueda considerarse bastante natural en una sociedad –como la feudal– conceptuada a menudo como “violenta” o “poco reglamentada”, se daban factores objetivos que espoleaban y multiplicaban este tipo de litigios, a saber: la fuerte endogamia de clase, el vigor de las redes de parentesco, la familia como eje de agregación política[21], y incluso «cierta imprecisión en materia de leyes sucesorias», tal como ha sugerido Núria Sales en el caso del Principado catalán. Añádase, en fin, el hecho de que algunas instituciones de “derecho civil”, concebidas precisamente para disminuir el grado de incertidumbre sucesoria y la beligerancia subsiguiente, como era el caso del albaceazgo y la tutela de pupilos, en ocasiones no hacían sino aumentar las partes interesadas y las probabilidades, en consecuencia, de una guerra privada de grandes proporciones.

Así sucedió –como en tantas otras ocasiones– en la baronía de Sant Mori (vegueria de Girona) el año 1613, cuando la muerte de su titular, Galceran de Cardona, encendió las hostilidades entre su viuda y pupilo, de una parte, y don Lluís Descatllar, señor de Sant Quirze de Besora, el cual, secundado por otros caballeros de la región, así como por una comitiva de más de trescientos bandoleros, trató en vano de apoderarse manu militari del castillo de la baronía. Si finalmente no lo consiguió fue porque numerosos caballeros nyerros de la ciudad y región de Vic –los Vilademany y los Vila Savassona, entre otros–, acompañados por un nutrido séquito de bandoleros suyos, acudieron rápidamente en auxilio de la viuda Cardona. Hubo, sin embargo, muchos días de lucha abierta en los alrededores del castillo de Sant Mori[22].

 

 

4. – Señores y bandoleros

 

Ahora bien, los integrantes de estas milicias señoriales no eran siempre auténticos malhechores, ni tan siquiera verdaderos “hijos de la miseria”. Contrariamente, los señores-bandoleros o guerreantes solían reclutar sus efectivos entre sus propios vasallos, los cuales no podían rehuir el preceptivo servicio feudal de ayuda militar (host i cavalcada).  Éste fue el caso de muchos de los seguidores de Carles de Vilademany o de Anton Vila Savassona que hicieron acto de presencia en la baronia de Sant Mori. No demasiado distinto era, por otra parte, el origen de muchos miembros de la banda del célebre Serrallonga, auspiciada y amparada por los Vila Savassona, señores de diversos lugares de la vegueria de Vic, en la década de 1620. Algunos de ellos, como los hermanos Tallada de Vilanova de Sau, los Espinzella de Viladrau, o los Madriguera, Esquís y Puig de Taradell, eran segundones salidos de heredades que se encontraban bajo la jurisdicción de los Vila Savassona o incluso bajo la señoría directa o eminente de los Vilademany. Otros no menos caracterizados seguidores o fautores de Serrallonga, como los Paracolls de Malla o los Serrarica de Muntanyola eran, en realidad, herederos in pectore de sendos masos o poderi acomodados de la región, pero que pasaron su juventud sirviendo en calidad de mesnaderos (fadrins, decían ellos) al señor local. Hubo otros, en fin, que nunca perdieron – como los Caminades de Vilanova de Sau, comisarios baronales de los Vila Savassona – su conocida y reconocida condición de agentes señoriales. El propio Serrallonga, nacido en la Sala de Viladrau, y casado con la pubilla o heredera del podere Serrallonga de Querós, todo ello sin salirse nunca de los dominios jurisdiccionales de los Vila Savassona, constituye, quizás, el ejemplo más acabado de esta confusión entre vasallo y bandoleros; aun cuando más tarde se independizara, según parece, de la estricta tutela de su señor.

En definitiva, los bandoleros de la Cataluña moderna actuaban en el seno de un medio feudal y faccional que les facilitaba enormemente las cosas[23]; y que puede explicar, además, algunas de las singulares características de muchas de las bandas del período, a saber: su dotación o equipamiento (armas de diversos tipos y calibres, cabalgaduras), la elevada movilidad geográfica de que hacían gala, el gran número de componentes de las mismas (cuando no se trataba de auténticos ejércitos señoriales, con centenares de seguaces, tal como se muestra en la tabla nº 3) y, finalmente, su notable longevidad. Pues, a diferencia de los bandoleros “sociales” (como los llamaría E. J. Hobsbawm) o del simple bandolerismo de subsistencia, la supervivencia de estas bandas catalanas no dependía excesivamente de ningún apoyo de carácter localista o popular. Contrariamente, lo que aseguraba su impunidad y su prolongada existencia era más bien la complicidad de los señores feudales, las autoridades locales e incluso – en ocasiones – de los propios magistrados de la Real Audiencia de Cataluña, que se vieron acusados más de una vez de connivencias con determinadas facciones, si no con ciertos caudillos. Sólo así se comprendre que el promedio de vida de muchas bandas (tomando como muestra una treintena de las más documentadas) rozara los quince años; y que un lapso de veinte años de actividad ininterrumpida no fuera tampoco una cifra insólita; e incluso que algunas de ellas pudieran sobrevivir cerca de cuarenta años sin interrupción (véase tabla nº 4). Cifras, dicho sea de paso, que contrastan desoladoramente con la esperanza de vida habitual de las cuadrillas de verdaderos bandoleros sociales o campeones de los pobres y desheredados, las cuales raramente superan, según el propio Hobsbawm, los dos o tres años de existencia.

 

 

5. – Epílogo: la leyenda

 

Como en otros reinos de la Corona de Aragón, el bandolerismo del Principado catalán parece extinguirse en el curso de la segunda mitad del siglo XVII, aunque por razones que, hoy por hoy, no son totalmente evidentes. Si la mejoría de las circunstancias económicas en esos años fue sólo relativa – y limitada, de hecho, a unas pocas regiones de la Cataluña oriental –, quizás debiera buscarse la respuesta en las vicisitudes o la merma de la jurisdicción feudal catalana – durante tanto tiempo amparo o “manantial” de bandoleros – desde el desenlace de la Guerra de los Segadores (1640-1652)[24].

Ahora bien, si los bandoleros catalanes de la edad moderna no fueron nunca verdaderos bandoleros sociales, ¿cómo explicar entonces su innegable popularidad, verificable aún en nuestros días, y especialmente en el caso de algunos cabecillas como Serrallonga o Perot Rocaguinarda? Esta paradoja plantea ciertamente otro género de problemas, nada sencillos de resolver, pero que tienen que ver más bien con la naturaleza de la “cultura popular” del período – así como con lo que los historiadores de hoy entiendan por tal o como tal – que con el bandolerismo strictu senso. Para empezar, cabe recordar que “popularidad” no es necesariamente sinónimo de héroe genuinamente popular o defensor de las reivindicaciones de las clases subalternas en una sociedad dada. Brevemente, “popularidad” equivale, ante todo, a “difusión”. Y ahí se encuentra – probablemente– el quid de la cuestión: si los bandoleros “asociales” catalanes pudieron convertirse en héroes populares es porque previamente se vieron convertidos en personajes literarios de gran proyección. Desde luego, esto es más que evidente en el caso ya citado de Rocaguinarda, que protagonizara un imaginario encuentro con Don Quijote[25]. Pero Serrallonga – u otros bandoleros catalanes menos conocidos de su tiempo – también concitaron su particular –aunque más modesto– homenaje literario, especialmente a través de una prolífica literatura de caña y cordel, también impresa, aunque mucho menos conservada hasta nuestros días por sus propias o frágiles características materiales[26]. Desde luego, unas pocas coplas de actualidad – pues la mayoría de tales composiciones se hacían eco de sucesos recientes, como la captura o ejecución de un bandito concreto – nunca alcanzarán la universalidad del Quijote – una obra generadora de prototipos o caracteres humanos a salvo del paso del tiempo, entre otras virtudes artísticas, y que convertirá Perot Rocaguinarda en el bandolero noble y galante que nunca fue. Ahora bien, en la medida que la cultura popular de la edad moderna y aún de otros períodos no estuvo nunca completamente reñida con la cultura impresa, los bandoleros de todos los tiempos y lugares pudieron convertirse en héroes populares. En el caso de los  bandoleros catalanes de los siglos XVI y XVII, puede decirse que, en la medida que el Barroco dejó constancia escrita de los mismos, el Romanticismo del Ochocientos, con su “descubrimiento” de la cultura popular, pudo hacer el resto.

 

 

 


Tavola nº 1

 

ORIGINI SOCIALI DEI BANDITI CATALANI (1576-1630)

 

    Settore di attività

    Numero e percentuale

         Totale e percentuale

    AGRICOLTURA

 

 

    Braccianti

            11 (2.3%)

 

    Laboratores

            73 (15.6)

 

    Agricolae

           231 (49.4)

 

    Pastori

             15 (3.2)

 

    Mugnaii

               6 (1.2)

 

    Altri

               4 (0.8)

 

                         Totale

 

            340 (72.8%)

       ARTIGIANALE

           

 

        Tessile

             84 (17.9)

            

         Cuoio

               6 (1.2)

 

          Ferro

             15 (3.2)

 

   Falegnameria e edilizia

               7 (1.4)

 

          Altri

               6 (1.2)

 

                          Totale

 

            118 (25.2%)

        MERCANTILE

 

                9 (  1.9%)

                          TOTALE

 

            467 (99.9%)

 

Fuente: X. TORRES SANS, Els bandolers (s. XVI-XVII), Vic, 1991.

 

 

 


Tavola nº 2

 

COMPOSIZIONE CETUALE DEI PARTISANI NYERROS E CADELLS NELLA  CITTÀ DE VIC ALL´INIZIO DEL SEICENTO (1598-1616)

CONDIZIONE CETUALE

           N Y E R R O S

            C A D E L L S

        Ecclesiatici

                 10

                   5

        Nobile

                 11

                  11

        “Cittadini honorati”

                  5

                   2

        Notaii

                  9

                   -

        Farmaciste et alii

                  3

                   1

        Mercatori

                  8

                   -

        Paratori di lana

                14

                  4

        Tessitori

                  1

                  1

        Sarti et alii

                  3

                  3

        Guantaii

                  1

                  -

        Abaixadors

                  1

                  -

         Passamaneria

                  2

                  1

         Calzolaii

                  1

                  1

         Conciatiori

                  5

                  -

         Falegnameria

                  3

                  -

         Argentieri

                  2

                  -

         Candelaii

                  2

                  -

         Pedrinyalers

                  1

                  -

          Fornaii

                  1

                  -

          Locandieri

                  2

                  -

          Contadini (pagesos)

                  2

                 2

           Braccianti

                  3

                 -

           Alii

                  6

                 2

                               Totale

                96

               33

 

 

 

CONDIZIONE AGGIUNTA

 

 

Veguers (uffiziali reali)

                  -

                 3

Uffiziali reali (totale)

                  9

                 4

Consiglieri locali

                25

                 5

Famigliari della Inquisizione

                  3

                 -

 

Fuente: X. TORRES SANS, Nyerros i cadells: Bàndols i bandolerisme a la Catalunya moderna (1590-1640), Barcelona, 1993.


 

Tavola nº 3

 

DIMENSIONI DELLE BANDE CATALANE

 

Núm.

         Banditi

           Ceto

          Anni

        Numero

   1

Joan Pons

 

          1571

             100

   2

T.T.

 

          1572

             100

   3

Moreu Palau

 

          1573

             100

   4

T. Palmerola

 

          1575

             150

   5

Tomàs Banyuls

          Nobile

          1580

             700

   6

Minyò de Montellà

 

          1588

             280

   7

Miquel Joan Barber

 

          1588

             100

   8

Batlle d´Alòs

 

          1590

             200

   9

Joan Cadell

          Nobile

          1592

             200

  10

Felip de Queralt

          Nobile

          1592

             200

  11

T. Masons

 Contadino (pagès)

          1602

             100

  12

Pere Voltor

          Nobile

          1605

            60-70

  13

Miquel Morell

 

       1605-1611

            50-70

  14

Perot Rocaguinarda

 Contadino (pagès)

       1610-1611

           90-350

  15

Trucafort

 Contadino (pagès)

          1615

             100

  16

Serrallonga

 Contadino (pagès)

       1626-1632

             100

 

Fuente: X. TORRES SANS, Els bandolers (s. XVI-XVII), Vic, 1991.

 


 

Tavola nº 4

 

PERIODO DI ATTIVITÀ DEI BANDITI CATALANI

 

Núm.

             Banditi

        Periodo minimo

           Anni di attività

   1

Antoni Roca

             1540-1546

                    6

   2

Joan Escuder

             1563-1571

                    8

   3

Montserrat Poch

             1570-1578

                    8

   4

Jonot Canyadelles

             1570-1590

                   20

   5

Bernat Perpunter (a) Bergina

          1576/81-1616          

                35/40

   6

T. Juyol

             1581-1616

                   35

   7

Batlle d´Alòs

          1587-1591/95

                  4/8

   8

Fratelli Garreta

             1587-1601

                   14

   9

Barbafina

             1587-1605

                   18

  10

Cua de Llop

             1587-1605

                   18

  11         

Barrabam

             1590-1605

                   15

  12

Moica

             1596-1616

                   20

  13

Gasparó Font

             1597-1611

                   14

  14

Fratelli Coixard

             1598-1616

                   18

  15

Pay Català

             1600-1609

                     9

  16

Miquel Morell

             1600-1613

                   13

  17

Benet de Rocallaura

             1600-1616

                   16

  18

Perot Rocaguinarda

             1602-1611

                    9

  19

Jaume Julià

             1603-1616

                   13

  20

Antoni Sala

             1606-1616

                   10

  21

Pau Trucafort

             1605-1619

                   14

  22

Gabriel Trucafort

             1606-1616

                   10

  23

Batlle de Les Lloses

             1609-1616

                    7

  24

Fratelli Tallaferro

             1611-1616

                    5

  25

Serrallonga

             1623-1624

                   11

 

Fuente: X. TORRES SANS, Els bandolers (s. XVI-XVII), Vic, 1991.

 

 

 

 



           

(*) Relazione presentata nel Convegno internazionale di studi storici: «Banditismi mediterranei. Secoli XVI-XVII» (Fordongianus-Samugheo, 4-5 ottobre 2002). Il testo è destinato agli Atti del Convegno, in corso di pubblicazione a cura di Bruno Anatra (Università di Cagliari), Francesco Manconi (Università di Sassari) e Xavier Torres Sans (Universitat de Girona).

 

[1] F. BRAUDEL, La Méditerranée et le monde méditerranéen à l´èpoque de Philippe II, 2ª ed., Paris 1966 [1949], t. II, 2ª parte, cap. V, § III. Una valoración reciente de sus tesis se pueden ver en X. TORRES SANS, El bandolerismo mediterráneo: una visión comparativa (siglos XVI-XVII), en E. BELENGUER (coord.), Felipe II y el Mediterráneo, Madrid 1999, vol. II, pp. 397-423.

 

[2] J J. REGLÀ, El bandolerisme català del Barroc, Barcelona, 2ª ed., 1966 [1962]; Id., Felip II i Catalunya, Barcelona, 1956; Id., Bandolers, pirates i hugonots, Barcelona, 1969; y en colaboración con J. FUSTER, Joan Serrallonga. Vida i mite del famós bandoler, Barcelona, 1961.

 

[3] J. VICENS VIVES, Un segle sense opcions. En un racó de la Mediterránea, en R. D´ABADAL (dir.), Moments crucials de la història de Catalunya, Barcelona, 1962, p. 216. Véase también el análisis del mismo autor – inspirado probablemente por Braudel – sobre la secular oposición entre montañeses y marineros –“el pastor y la sirena”, como decía Vicens Vives – a lo largo de la historia catalana, Id., Notícia de Catalunya, 2ª ed., Barcelona 1960, pp. 25-29.

 

[4] E. J. HOBSBAWM, Primitive Rebels, Londres, 1959; Id., Bandits, Londres 1969 (2ª ed., 1974); Id., Social Banditry, en H. A. LANDSBERGER (ed.), Rural Protest: Peasant Movements and Social Change, Londres 1974; Id., “Introduction”, en G. ORTALLI (ed.), Bande armate, banditi, banditismo e repressione di giustizia negli stati europei di antico regime, Roma 1986, pp. 13-18.

 

[5] No solo en la Cataluña de la edad moderna. Entre las críticas más severas suscitadas por el modelo de Hobsbawm, véase A. BLOK, The peasant and the brigand: Social Banditry reconsidered, en Comparative Studies in Society and History, XIV (1972), pp. 494-503; y L. LEWIN, The oligarchical limitations of Social Banditry in Brazil, en Past & Present, nº 82 (1979), pp. 116-146.

 

[6] J. CASEY, The Kingdom of Valencia in the Seventeenth Century, Cambridge, 1979, pp. 206-222; A. BLOK, The Mafia of a Sicilian Village 1860-1960, Cambridge-Oxford 1988 [1975]; H. HESS, Mafia and Mafiosi: The Structure of Power, Saxon House, 1973.

 

[7] Los banditi catalanes del XVI y XVII se conocían con el nombre de bandolers (o bandolieri, como escribía Francesco Guicciardini en su diario de viaje a España véase, F. GUICCIARDINI, Diario del viaggio in Spagna. Memorie di famiglia, edizione di B. Maier i M. Spinella, Pordenone 1993, p. 19). Al principio, los bandits (o bandejats) catalanes eran en realidad los bandidos o personas puestas al bando y los proscritos. Un bandoler era más bien el fautor de un bàndol o facción; quizás un masnadieri feudal. Per sucedía a menudo que bandolers y mesnaderos se convirtiesen en verdaderos y propios bandoleros y salteadores de caminos. Bandoler, por último, podía ser también sinónimo de «fante di ventura o... soldato spesso dedito coi compagni alle scorrerie e al saccheggio», como sucedía con la poco utilizada palabra de brigante en la Italia meridional de la Baja Edad Media, G. CHERUBINI, Appunti sul brigantaggio in Italia alla fine del Medioevo, en Studi di Storia Medievale e Moderna per Ernesto Sestan, Firenze 1985, vol. I, pp. 103-133.

 

[8] X. ROVIRÓ, Serrallonga: el bandoler llegendari català, Sant Vicenç de Castellet 2002.

 

[9] A. BORRÀS (S.I.), Contribución a los orígenes del bandolerismo en Cataluña (La pragmática de Carlos V de 1539, en Estudios de Historia Moderna, III (1953), pp. 159-180. Véase también, N. SALES, Existí un ´bandolerisme català del Barroc´?, L´Avenç, nº 104 (1987), pp. 56-62; y aún J. DE CHÍA, Bandos y bandoleros en Gerona. Apuntes históricos desde el siglo XIV hasta mediados del XVII, Girona 1888-90 (3 vols.).

 

[10] Sobre la evolución demográfica en la edad moderna, J. NADAL y E. GIRALT, La population catalane de 1553 à 1717. L´immigration française et les autres facteurs de son développement, Paris 1960.

 

[11] Los datos estadísticos sobre el orígene geográfico y social de los bandoleros catalanes proviene de X. TORRES SANS, Els bandolers (s. XVI-XVII), Vic 1991.

 

[12] P. VILAR, Catalunya dins l´Espanya moderna, 4ª ed., Barcelona 1973, voll. II, pp. 304-305.

 

[13] I. ALMAZÁN, Formas de delincuencia rural en la segunda mitad del siglo XVII. Procesos de la Curia del batlle de Terrassa (1570-1589), en Actas del Primer Congrés d´Història de Catalunya, Barcelona 1984, voll. II, pp. 287-294.

 

[14] C. LIS y H. SOLY, Poverty and Capitalism in pre-industrial Europe, 2 ed., Brighton 1982; B. GEREMEK, La pietà e la forca, Roma 1986.

 

[15] A. PLADEVALL, La Sala de Viladrau. Antic casal medieval i bressol del bandoler Joan Sala àlias Serrallonga, en Id., Viladrau i el seu entorn. Monografies del Montseny, voll. I, Viladrau 1986, pp. 183-215.

 

[16] L. M. SOLER TEROL, Perot Roca Guinarda, Manresa 1909. Sobre la guerrra local de facciones véase, X. TORRES SANS, Nyerros i cadells: Bàndols i bandolerisme a la Catalunya moderna (1590-1640), Barcelona 1993. Sucedía algo similar en la Liguria coetánea, donde «I bandoleros erano parte dell´esperienza normale... di tutte le parentele... l´espressione... di un sistema sociale fondato sulla competizione tra gruppi parentali corporati...», O. RAGGIO, Faide e parentele. Lo Stato genovese visto dalla Fontanabuona, Torino 1990, p. 209. Y también en la Córcega del siglo XIX, donde «Banditry [was] an institution complementary to feuding and would not exist without it», S. WILSON, Feuding, conflict and banditry in Nineteenh-century Corsica, Cambridge 1988.

 

[17] K. B. McFARLANE, England in the Fifteenth Century. Collected Essays, Londres 1981, pp. 23-43; J. G. BELLAMY, Bastard Feudalism and the Law, Londres 1989; M. A. HICKS, Bastard Feudalism, Londres 1995.

 

[18] GUICCIARDINI, Diario del viaggio..., op. cit., pp. 19-20.

 

[19] E. MUIR, Mad Blood Stirring. Vendetta in Renaissance Italy, Baltimore 1998, pp. 27-38. Véase también, RAGGIO, Faida e parentela..., op. cit., p. XIX; WILSON, Feuding..., op. cit.; A. PIGLIARU, Il banditismo in Sardegna. La vendetta barbaricina come ordinamento giuridico, Milano 1975 [1959]; J. BLACK-MICHAUD, Feuding Societies, Oxford 1980 [1975]; R. VERDIER, Le système vindicatoire. Esquisse théorique, en Id., La Vengeance, Paris 1980-84, vol. I, pp. 65-97.

 

[20] Un análisis más detallado se encuentra en X. TORRES SANS, Guerra privada y bandolerismo en la Cataluña del Barroco, en Historia Social, nº 1 (1988), pp. 5-18.

 

[21] RAGGIO, Faide e parentele..., op. cit.

 

[22] X. TORRES SANS, Bandolerisme honorable i bandolerisme reprovable a la Catalunya dels segles XVI i XVII (Els senyors nyerros de Vic), en Pedralbes, nº 13 (1993), pp. 223-234.

 

[23] Como socuedía aún en la Córcega del siglo XIX donde el bandolerismo formaba parte de una «intensified competition among local élites», y los bandoleros «served the interest of the élite or factions...», WILSON, Feuding..., op. cit., pp. 335 e 418.

 

[24] J. H. ELLIOTT, The Revolt of the Catalans, Cambridge 1963; F. SÁNCHEZ MARCOS, Cataluña y el gobierno central tras la Guerra de los Segadores (1652-1679), Barcelona 1983; VV. AA., La revolució catalana de 1640, Barcelona 1991.

 

[25] M. DE RIQUER, Cervantes en Barcelona, Barcelona 1989, pp. 59-82.

 

[26] P. BALSALOBRE, Plecs solts poètics catalans dels segles XVI i XVII relatius al bandolerisme. Un inventari, en Llengua & Literatura, nº 9 (1998), pp. 287-364; J. FUSTER, El bandolerisme català. literatura i llegenda, Barcelona 1963; ROVIRÓ, Serrallonga..., op. cit..