N° 2 - Marzo 2003 – Lavori in corso – Contributi
Sumario: 1. Introducción. – 2. Un viejo problema: bandoleros y
proscritos. – 3. Faida y bandolerismo. – 4. Señores y bandoleros. – 5. Epílogo:
la leyenda. – Tavola n° 1. – Tavola n° 2. – Tavola n° 3.
– Tavola n° 4.
En un convenio de esta
naturaleza, dedicado al análisis comparativo de los diferentes “banditismi
mediterranei nei secoli XVI e XVII”, referirse a Fernand Braudel y a su
conocida obra sobre el Mediterráneo de Felipe II resulta probablemente tan
inevitable como pertinente. Pues, como se sabe, Braudel hizo del bandolerismo
-o brigandage- y sus múltiples
manifestaciones o vertientes -salteamiento de caminos, ratzias de montaña,
lucha de facciones aristocráticas o feudales- uno de los sujetos o
protagonistas de su magno estudio sobre aquel ámbito geopolítico en la prima
età moderna. Así, el bandolerismo mediterráneo del Quinientos -“cette guerre agile, cruelle et quotidienne”,
según la fórmula braudeliana- habría sido ante todo el resultado de la carestía
y la presión demográfica; una presión, cabe añadir, particularmente intensa o
precoz en el caso de la montaña mediterránea, dada su pobreza de recursos. De
este modo, el exceso de población montañesa se “derramaría” periódica e
inevitablemente hacia el llano, a menudo turbulenta o violentamente. El
bandolerismo, entonces, no sería sino una variante de la “característica”
ratzia montañesa mediterránea[1].
Ahora bien, en una
relazione sobre el bandolerismo catalán del XVI-XVII, la evocación del
Mediterráneo de Braudel, así como de las tesis de dicho autor, no parece menos
necesaria. No sólo por el hecho de que Braudel incluyera
Pero no acaban ahí los
préstamos o similitudes. El propio Reglà tomaba también de Braudel,
“catalanizándola” convenientemente, la distinción entre un bandolerismo
aristocrático, de origen medieval y “al margen de motivaciones económicas”, y
un bandolerismo genuinamente popular, “hijo de la miseria” –en braudeliana expresión de Reglà– o de la
sobrepoblación, que habría eclipsado rápida y fácilmente aquél otro en las
primeras décadas del Quinientos. De este modo, aunque las luchas de facciones
–o bandositats, tal como eran
llamadas en catalán– no desaparecieran completa o subsiguientemente -ahí
estaban los nyerros i cadells del Seiscientos para
desmentirlo-, el “bandolerismo catalán del Barroco” habría sido, ante todo, un
bandolerismo de subsistencia, fruto de la necesidad. Ciertamente, una
interpretación semejante bien pudiera haber entroncado con el modelo no menos
difundido del “bandolerismo sociale” (Social
Banditry) elaborado por E. J. Hobsbawm. Como es sabido, para este conocido
historiador contemporaneísta británico el bandolerismo –tanto de la edad
contemporánea como de otras épocas anteriores – puede explicarse –aunque no
siempre ni en todos los casos – como una manifestación – por limitada o
“primitiva” que fuere– de protesta o rebelión social, característica de las
sociedades rurales o “tradicionales” – es decir, pre-capitalistas[4].
Pero Reglà, que no parece haber conocido a tiempo los “rebeldes primitivos” de
Hobsbawm, nunca llegó tan lejos. Y el resultado fue que los argumentos de
Hobsbawm tuvieron mucho menos eco o predicamento que los de Braudel en la
moderna historiografía del bandolerismo catalan de la época moderna.
Ahora bien, algunas
investigaciones recientes sugieren que el caso catalán no guarda suficiente
concordancia ni con uno ni con otro modelo explicativo. Pues, ni los bandidos
catalanes fueron “sociales”, por lo general[5];
ni siempre ni los más de ellos procedían de la montaña pirenaica, tal como
presupone Reglà. Por el contrario, por sus conexiones o complicidades con
muchos señores locales e incluso con las autoridades del país o de la corona,
así como por las propias características de los bandos –dimensiones, movilidad
geográfica, longevidad de muchos de sus caudillos, entre otros indicios–, estos bandoleros catalanes –e incluso el
bandolerismo catalán de la primera edad moderna en su conjunto– parecen encajar
mucho mejor en otro género de factores explicativos; como, por ejemplo, el tipo
de cambios tanto políticos como sociales acaecidos un poco en todas partes en
el tránsito de la edad media a la edad moderna y que cierta historiografía
anglosajona ha sintetizado con la fórmula de “feudalismo bastardo” (Bastard Feudalism). Tampoco puede
desecharse la comparación –oportunamente matizada– con ciertos modelos explicativos
de los fenómenos mafiosos –tal como hiciera, sin ir más lejos, J. Casey cuando
trató de tipificar adecuadamente el bandolerismo valenciano del Seicentos –tan
semejante, en suma, al de la vecina Cataluña[6].
Tanto en uno como en otro supuesto el bandolerismo aparece como un resultado
tanto de la debilidad de las estructuras estatales como de la lucha o
competencia entre las élites locales (desde señores feudales hasta campesinos
acomodados) por recursos de todo tipo (materiales y inmateriales u “honoríficos”).
La reputación de los
bandoleros catalanes se fraguó, ciertamente, a lo largo del siglo XVI[7].
La documentación emanada de la cancillería virreinal del Principado, plagada de
noticias sobre la infructuosa persecución delle bande o quadrilles, así parece sugerirlo. Los procesos conservados en las
curias locales (veguerias) e incluso
muchas de las misivas expedidas por los municipios en ese mismo período
constituyen, asimismo, otros tantos indicios que refuerzan esta impresión. Por
otra parte, no se trata tan sólo de las fuentes oficiales o institucionales.
Fue en esa época precisamente cuando algunos banditi catalani de renombre
empezaron a ser ensalzados por los dramaturgos y literatos castellanos; tal
como hiciera, por ejemplo, Lope de Vega en el caso de Antoni Roca (?-1546), un
significado capobanda de mediados del Quinientos. La fama alcanzada por las
bande del Principado catalán perduró, aumentada si cabe, en el curso de los
primeros decenios del siglo XVII. Por aquel entonces, viajar continuaba siendo
una temeridad, y los banditi, a su vez, una obsesión: «Llegamos a Igualada - escribía un gentilhombre castellano - con la hostia en la boca, teniendo aviso
de: aquí van los bandoleros; aquí llegan; allá nos aguardan...». Eran los
tiempos de caudillos tan calificados como Perot Rocaguinarda (1582-? s. XVII),
inmortalizado por Cervantes en El Quijote,
y Joan Sala alias Serrallonga (1594-1634), cuya leyenda y popularidad se ha
perpetuado hasta nuestros días[8].
Sin embargo, el
bandolerismo - es decir, tanto la lucha de facciones como el mero salteamiento
de caminos - no eran fenómenos recientes ni exclusivos de
Así, pues, no es nada
seguro que el Quinientos o el Seiscientos -
o el Barroco, como prefería Reglà - hayan sido el “siglo de oro” del
bandolerismo catalán. Es más: tampoco resulta mucho más evidente que el número
de bandoleros haya aumentado al compás del tiempo y incluso del crecimiento
demográfico. Pues, aunque no se disponga (ni se pueda disponer en un futuro
dadas las deficiencias originales de las fuentes) de una verdadera cronología o
estadística del bandolerismo catalán de la edad moderna (¿cuántos bandoleros o
cuántas bandas por lo menos campaban a lo largo del territorio catalán en un
período dado?), todo parece indicar que los bandoleros, así como los conflictos
faccionales, proliferaron por igual tanto en tiempos de recesión demográfica
como de crecimiento; tanto en lugares de baja densidad de población como en
aquellos otros densamente poblados, urbes y ciudades inclusive. Tal era el
panorama, sin ir más lejos, en muchos lugares de
Por otra parte, tampoco es completamente seguro que el tipo de presiones que llevaban a los hombres pobres a convertirse en bandoleros hayan sido más acuciantes o regulares en la montaña que en el llano; mucho más populoso, y donde se amontonaban, en realidad, muchas más familias sin expectativas (por lo menos, en cifras absolutas). Dicho de otro modo, ni a principios del siglo XVI ni cien años después, ni en una coyuntura demográfica ni en otra, los bandoleroscatalanes no fueron siempre montañeses. Es más, la mayoría nunca lo fueron, tal como se deduce por lo menos de los registros sobrevivientes de los bandoleros condenados o perseguidos por la justicia real a lo largo de la segunda mitad del Quinientos y de las primeras décadas del siglo siguiente (una muestra de cerca de medio millar de bandoleros) en el conjunto del territorio catalán.
Así, un somero examen de la
cartografía del bandolerismo (elaborada a partir de los registros de
Por otra parte, es
ciertamente comprensible que el salteamiento de caminos – una actividad
económica al fin y al cabo– se haya polarizado en las tierras bajas, alrededor
de los principales ejes comerciales del país; es decir, a lo largo de la ruta
occidental de Lleida a Barcelona (que atravesaba las poblaciones de Cervera,
Igualada y Martorell) y en el camino que unía Barcelona y Perpinyà (ya fuera a
través de
Todo ello no significa
ignorar o minimizar el papel de la montaña y las estribaciones pirenaicas como refugio
o “santuario” de muchas bandas; o bien, como ruta de huída, más allá de la
frontera catalana, de muchos proscritos. Pero el bandolerismo catalán de los
siglos XVI y XVII, a tenor de lo expuesto (y tal como ya adujera en su día
Pierre Vilar), no puede ser concebido simplemente como un desguace de población
montañesa hacia la llanura; incluso si ésa ha sido, en ocasiones o
regularmente, una de sus facetas[12].
Por otra parte, la hipótesis de un bandolerismo de subsistencia tampoco parece
dar cuenta de la complejidad de los hechos. Pues, aún cuando la presión
demográfica hubiera multiplicado el número de indigentes - supuesto bastante
plausible -, nada indica que el enrolamiento en una bande o quadrilla fuera, en realidad, la única
salida o alternativa posible. De hecho, en ocasiones, ésta podía ser la salida
más difícil o impracticable, pues no todos los desharrapados podían hacerse con
el bagaje imprescindible de los auténticos bandoleros: «Si tuviera un pedreñal, me iría con los bandoleros», se lamentaba
un pequeño delincuente de la batllia de
Terrassa[13].
Así, pues, lo que debiera ser objeto de análisis son más bien las condiciones –
no sólo materiales – que facilitaban el paso de la pobreza al bandolerismo: un
paso que, como se ha visto, no siempre era tan fácil de dar, especialmente – y
paradójicamente – en el caso de la población más necesitada o miserable. Dicho
de otro modo, lo que debiera explicarse es más bien por qué razón el
descontento o la desesperación de los “hijos de la miseria” se manifestó o
desahogó en
En suma, los bandoleros que
llegaban a serlo no siempre ni necesariamente tenían que proceder de las lares
más empobrecidas o de las filas de los auténticos desheredados. De hecho, los
datos disponibles inclinan a pensar más bien lo contrario. Pues, aun cuando no
resulta nada fácil conocer con precisión la condición real (más allá de las
fórmulas convencionales como agricolae,
pagès u otras) de los bandoleros o de
sus familias respectivas, sabemos con certeza que muchos de ellos eran hereus o herederos únicos (tal como
certifica a menudo su propio alias) o segundones (cuando menos) de masos o poderi acomodados. Por otra
parte, en la relación de cerca de medio millar de bandoleros condenados por
Desde luego, eso no
significa que todos los agricolae
fueran ricos o llevaran una vida desahogada. El propio Joan Sala alias Serrallonga,
a juzgar por los datos disponibles, parece haber sido el producto de la
decadencia gradual tanto de los Sala como de los Serrallonga, dos famílias de
campesinos acomodados y respetables a comienzos del Quinientos[15].
Ahora bien, Perot Rocaguinarda, el bandolero catalán inmortalizado por
Cervantes en las páginas del Quijote,
procedía, igual que muchos otros jóvenes que alimentaban las luchas locales de
las facciones de nyerros y cadells, de una familia campesina no
sólo suficientemente acomodada y bien relacionada (incluso con algunos señores
de los contornos), sino muy implicada, a su vez, en las venganzas, faide y rivalidades feudales de la
región. En otras palabras, lo que habría hecho de Perot Rocaguinarda – un
segundón de una heredad del lugar de Oristà, cercano a la ciudad Vic – un
célebre caudillo habría sido no tanto la adversidad o fatalidad económica como
el ambiente de rencillas familiares y disputas faccionales (que en el ámbito de
la vegueria de Vic incluían hasta un
obispo local entre sus principales instigadores) de su medio natal y feudal,
así como la demanda subsiguiente de jóvenes mesnaderos u hombres de armas.
Aquí, como en otras partes, los bandoleros parecen ser “hijos de la faida” antes que de la miseria[16].
Un examen del perfil social
de los fautores (fautors) locales de
los bandoleros revela, por otra parte, ciertas concordancias significativas.
Así, el apoyo a las bandas no siempre proviene de las capas más bajas del medio
rural ni, en particular, de los campesinos sin tierras. Serrallonga y los
suyos, por ejemplo, se llevaban bien con ciertas mujeres pobres y viudas de los
alrededores, que les daban acogida, comida, y que incluso les hacían la colada
por unos pocos dineros. Pero entre los fautores de su banda se contaban además un familiar del
Santo Oficio, radicado en Santa Coloma de Farners, pariente del capobanda; los jurats o magistrados locales del lugar
de Tona; y los batlles o agentes
señoriales de las localidades de Riudellots, Vallfogona, Talarn, Amer, Sant
Hilari de Sacalm, Castanyet y Tavertet, entre otras. Su antecesor más insigne,
el ya citado Perot Rocaguinarda, era favorecido asimismo por las autoridades
locales de Taradell, Sau, Roda y Sant Quirze de Besora, e incluso por algunos
magistrados de
Así, pues, la miseria y la
sobrepoblación no lo explican todo, pues el bandolerismo catalán de la edad
moderna se alimentaba de los ricos y poderosos –y de sus disputas particulares–
antes que de los pobres u oprimidos –y sus dificultades. La razón de esta
aparente paradoja parece que debe buscarse en la vigencia de las faide y las guerras privadas; o dicho de
otro modo, en el carácter altamente descentralizado todavía de la violencia
armada. Efectivamente, aun cuando uno de los objetivos de los gobernantes
europeos de los siglos XVI y XVII pudiera ser –para decirlo con la conocida
fórmula weberiana– el monopolio de la violencia y la coacción legal, la
realidad era, por supuesto, bien distinta. En todas partes, la aristocracia y
los señores jurisdiccionales se rodeaban todavía de un séquito más o menos
nutrido según los casos de masnadieri
y clientes armados. En
Naturalmente, no siempre
ocurría así; y muy a menudo, por el contrario, estas milicias feudales y sus
patrocinadores llegaron a ser el verdadero foco de las turbulencias. Éste
parece ser, en suma, el verdadero origen del bandolerismo en
molti cavalieri e gentiluomini di Catalogna
tengono inimicizia e stanno in briga... il che per uno antico privilegio che ha
il regno possono lecitamente fare... ed è costume di questo paese che tutti e´
parenti intervengono nelle brighe; e quegli che sono in quistione, quando hanno
punto di nervo, tengono, per essere più forti, ricetto di tutti e´ tristi del
paese. E molti vi sono che hanno luoghi e castelli dove... concorrono tutti e´
tristi ed assassini del paese, e loro per avere più seguito gli intratengono,
nutriscono e difendono. Da questo bandoleggiare, che così si chiama, nasce che
questi bandolieri, avendo carestia di danari e parendo loro avere caldo, si
mettono talvolta a assaltare alla strada...[18].
Pero ¿qué razones o que
género de “enemistades” particulares llevaban a los señores del Principado
catalán (y aún de otras latitudes) a amparar en sus dominios bandoleros o masnadieri?. Ciertamente, no puede descartarse que el pillaje de las
bandas sustentadas por la nobleza haya sido, a fin de cuentas, una forma como
otra de complementar unas rentas a veces escasas; o incluso una manera de
reflotar un patrimonio maltrecho. Las pesquisas de las autoridades, cuando
menos, señalaron más de una vez en esta dirección. A fines del siglo XVI, el
castillo de Joan Cadell, señor de Arsèguel (Cerdanya), pasaba por ser el
auténtico almacén del botín capturado por le bande del Minyó de Montellà y el
llamado Batlle d´Alòs, que operaban desde
Desde luego, no siempre es
posible verificar la exactitud de tales imputaciones; sujetas, en ocasiones, a
los manejos de los enemigos particulares de los inculpados e incluso de los
propios virreyes del Principado, que se valieron más de una vez de las
disensiones intestinas o faccionales de la nobleza local para alcanzar
determinados objetivos de gobierno. En todo caso, los usos de los bandoleros y masnadieri feudales eran ciertamente más
variados. Muchos señores jurisdiccionales no dudaban en emplearlos para acallar
a sus propios vasallos, especialmente cuando éstos se mostraban recalcitrantes.
Así, de los ocho asesinatos que se atribuían – en un proceso del año 1623 – a
Carles Alemany, señor de Bellpuig y Tortellà, y a sus secuaces, siete lo eran
de vasallos suyos o moradores – campesinos los más, además de un sastre y un
tejedor – de sus baronías. De violencias semejantes, perpetradas por la banda
del “popular” Perot Rocaguinarda, se quejaban asimismo los vecinos de la villa
de Ripoll, vasallos del monasterio y de su abad, fray Francesc de Pons,
identificado como uno de los principales fautores del caudillo. Y lo mismo
sucedía en otros lugares que – como los vecinos de Ripoll – llevaban años
porfiando a fin de sustraerse a la dominación de sus señores y acogerse a la
jurisdicción real. No otro era el deseo de la villa de Ponts, bajo la
jurisdicción del conde de Santa Coloma, pero en el año 1622 todos los lugareños
estaban «amedrentados por la mucha gente
de armas enviadas por el conde». He ahí, pues, un tipo muy peculiar de
“bandolerismo”: que se confunde, de hecho, con los poderes coercitivos de la
señoría y la reacción feudal subsiguiente.
Sin embargo, la represión
de vasallos no era la única vertiente del bandolerismo feudal. Los señores
catalanes amparaban masnadieri e
bandoleros también para guerrear entre sí, es decir, contra sus congéneres de
clase: se trataba, tal como pudo observar Guicciardini, de la clásica faida o guerra privada “tra i grandi e gentiluomini”, pero que, a su
vez, solía arrastrar invariablemente o velis
nolis a vasallos y seguaces de muy diversa condición –además de bandoleros estrictos– en el marco más amplio de la
pugna de facciones locales; capitaneadas por los grandes, generalmente, pero siempre interclasistas en un grado u
otro. Y ello no sólo por la existencia de la coerción señorial o de
obligaciones feudales de índole militar, como la llamada en Cataluña host i cavalcada; sino, básicamente,
porque allí donde la presencia del Estado o de una justicia pública eran
insuficientes o inexistentes –cosa que sucedía en muchas partes de
Ahora bien, este género de
violencias no sólo era frecuente, sino también legítimo; cuando menos, bajo
ciertos supuestos. Guerrear, de hecho, era la ocupación primordial de la
nobleza, así como uno de los privilegios aristocráticos más genuinos; razón por
la cual los gobernantes del período tuvieron que contentarse en casi todas
partes – dada su debilidad – con encauzar dicha práctica dentro de unos límites
tolerables o compatibles con su autoridad. Así, de derecho, nunca hubo en
Ahora bien, ¿por qué se
empecinaban en guerrear los señores del Principado? ¿Por pundonor, quizás, como
sugieren tantas fuentes y autores –literatos, especialmente– de la época? Lo
cierto es que el bandolerismo señorial de
Así sucedió –como en tantas
otras ocasiones– en la baronía de Sant Mori (vegueria de Girona) el año 1613, cuando la muerte de su titular,
Galceran de Cardona, encendió las hostilidades entre su viuda y pupilo, de una
parte, y don Lluís Descatllar, señor de Sant Quirze de Besora, el cual,
secundado por otros caballeros de la región, así como por una comitiva de más
de trescientos bandoleros, trató en vano de apoderarse manu militari del castillo de la baronía. Si finalmente no lo
consiguió fue porque numerosos caballeros nyerros
de la ciudad y región de Vic –los Vilademany y los Vila Savassona, entre
otros–, acompañados por un nutrido séquito de bandoleros suyos, acudieron rápidamente en auxilio de la viuda
Cardona. Hubo, sin embargo, muchos días de lucha abierta en los alrededores del
castillo de Sant Mori[22].
Ahora bien, los integrantes
de estas milicias señoriales no eran siempre auténticos malhechores, ni tan
siquiera verdaderos “hijos de la miseria”. Contrariamente, los
señores-bandoleros o guerreantes solían reclutar sus efectivos entre sus
propios vasallos, los cuales no podían rehuir el preceptivo servicio feudal de
ayuda militar (host i cavalcada). Éste fue el caso de muchos de los seguidores
de Carles de Vilademany o de Anton Vila Savassona que hicieron acto de
presencia en la baronia de Sant Mori. No demasiado distinto era, por otra
parte, el origen de muchos miembros de la banda del célebre Serrallonga,
auspiciada y amparada por los Vila Savassona, señores de diversos lugares de la
vegueria de Vic, en la década de
1620. Algunos de ellos, como los hermanos Tallada de Vilanova de Sau, los
Espinzella de Viladrau, o los Madriguera, Esquís y Puig de Taradell, eran
segundones salidos de heredades que se encontraban bajo la jurisdicción de los
Vila Savassona o incluso bajo la señoría directa o eminente de los Vilademany.
Otros no menos caracterizados seguidores o fautores de Serrallonga, como los
Paracolls de Malla o los Serrarica de Muntanyola eran, en realidad, herederos in pectore de sendos masos o poderi acomodados de la región,
pero que pasaron su juventud sirviendo en calidad de mesnaderos (fadrins, decían ellos) al señor local.
Hubo otros, en fin, que nunca perdieron – como los Caminades de Vilanova de
Sau, comisarios baronales de los Vila Savassona – su conocida y reconocida
condición de agentes señoriales. El propio Serrallonga, nacido en
En definitiva, los
bandoleros de
Como en otros reinos de
Ahora bien, si los
bandoleros catalanes de la edad moderna no fueron nunca verdaderos bandoleros
sociales, ¿cómo explicar entonces su innegable popularidad, verificable aún en nuestros días, y especialmente en
el caso de algunos cabecillas como Serrallonga o Perot Rocaguinarda? Esta
paradoja plantea ciertamente otro género de problemas, nada sencillos de
resolver, pero que tienen que ver más bien con la naturaleza de la “cultura
popular” del período – así como con lo que los historiadores de hoy entiendan
por tal o como tal – que con el bandolerismo strictu senso. Para empezar, cabe recordar que “popularidad” no es
necesariamente sinónimo de héroe genuinamente popular o defensor de las
reivindicaciones de las clases subalternas en una sociedad dada. Brevemente,
“popularidad” equivale, ante todo, a “difusión”. Y ahí se encuentra –
probablemente– el quid de la cuestión: si los bandoleros “asociales” catalanes
pudieron convertirse en héroes populares es porque previamente se vieron
convertidos en personajes literarios de gran proyección. Desde luego, esto es
más que evidente en el caso ya citado de Rocaguinarda, que protagonizara un
imaginario encuentro con Don Quijote[25].
Pero Serrallonga – u otros bandoleros catalanes menos conocidos de su tiempo –
también concitaron su particular –aunque más modesto– homenaje literario,
especialmente a través de una prolífica literatura de caña y cordel, también
impresa, aunque mucho menos conservada hasta nuestros días por sus propias o
frágiles características materiales[26].
Desde luego, unas pocas coplas de actualidad – pues la mayoría de tales
composiciones se hacían eco de sucesos recientes, como la captura o ejecución
de un bandito concreto – nunca alcanzarán la universalidad del Quijote – una obra generadora de
prototipos o caracteres humanos a salvo del paso del tiempo, entre otras
virtudes artísticas, y que convertirá Perot Rocaguinarda en el bandolero noble
y galante que nunca fue. Ahora bien, en la medida que la cultura popular de la
edad moderna y aún de otros períodos no estuvo nunca completamente reñida con
la cultura impresa, los bandoleros de todos los tiempos y lugares pudieron
convertirse en héroes populares. En el caso de los bandoleros catalanes de los siglos XVI y
XVII, puede decirse que, en la medida que el Barroco dejó constancia escrita de
los mismos, el Romanticismo del Ochocientos, con su “descubrimiento” de la
cultura popular, pudo hacer el resto.
ORIGINI SOCIALI DEI BANDITI CATALANI
(1576-1630)
Settore di attività |
Numero e
percentuale |
Totale e percentuale |
AGRICOLTURA |
|
|
Braccianti |
11 (2.3%) |
|
Laboratores |
73 (15.6) |
|
Agricolae |
231 (49.4) |
|
Pastori |
15 (3.2) |
|
Mugnaii |
6 (1.2) |
|
Altri |
4 (0.8) |
|
Totale |
|
340
(72.8%) |
ARTIGIANALE |
|
|
Tessile |
84 (17.9) |
|
Cuoio |
6 (1.2) |
|
Ferro |
15 (3.2) |
|
Falegnameria e edilizia |
7 (1.4) |
|
Altri |
6 (1.2) |
|
Totale |
|
118
(25.2%) |
MERCANTILE |
|
9
( 1.9%) |
TOTALE |
|
467
(99.9%) |
Fuente: X. TORRES SANS, Els bandolers (s. XVI-XVII), Vic, 1991.
COMPOSIZIONE CETUALE DEI PARTISANI NYERROS E CADELLS NELLA CITTÀ DE VIC ALL´INIZIO DEL SEICENTO
(1598-1616)
CONDIZIONE CETUALE |
N Y E R R O S |
C A D E L L S |
Ecclesiatici |
10 |
5 |
Nobile |
11 |
11 |
“Cittadini honorati” |
5 |
2 |
Notaii |
9 |
- |
Farmaciste et alii |
3 |
1 |
Mercatori |
8 |
- |
Paratori di lana |
14 |
4 |
Tessitori |
1 |
1 |
Sarti et alii |
3 |
3 |
Guantaii |
1 |
- |
Abaixadors |
1 |
- |
Passamaneria |
2 |
1 |
Calzolaii |
1 |
1 |
Conciatiori |
5 |
- |
Falegnameria |
3 |
- |
Argentieri |
2 |
- |
Candelaii |
2 |
- |
Pedrinyalers |
1 |
- |
Fornaii |
1 |
- |
Locandieri |
2 |
- |
Contadini (pagesos) |
2 |
2 |
Braccianti |
3 |
- |
Alii |
6 |
2 |
Totale |
96 |
33 |
|
|
|
CONDIZIONE AGGIUNTA |
|
|
Veguers (uffiziali reali) |
- |
3 |
Uffiziali reali (totale) |
9 |
4 |
Consiglieri locali |
25 |
5 |
Famigliari della
Inquisizione |
3 |
- |
Fuente: X. TORRES SANS, Nyerros i
cadells: Bàndols i bandolerisme a
DIMENSIONI DELLE BANDE CATALANE
Núm. |
Banditi |
Ceto |
Anni |
Numero |
1 |
Joan Pons |
|
1571 |
100 |
2 |
T.T. |
|
1572 |
100 |
3 |
Moreu Palau |
|
1573 |
100 |
4 |
T. Palmerola |
|
1575 |
150 |
5 |
Tomàs Banyuls |
Nobile |
1580 |
700 |
6 |
Minyò de Montellà |
|
1588 |
280 |
7 |
Miquel Joan Barber |
|
1588 |
100 |
8 |
Batlle d´Alòs |
|
1590 |
200 |
9 |
Joan Cadell |
Nobile |
1592 |
200 |
10 |
Felip de Queralt |
Nobile |
1592 |
200 |
11 |
T. Masons |
Contadino (pagès) |
1602 |
100 |
12 |
Pere Voltor |
Nobile |
1605 |
60-70 |
13 |
Miquel Morell |
|
1605-1611 |
50-70 |
14 |
Perot Rocaguinarda |
Contadino (pagès) |
1610-1611 |
90-350 |
15 |
Trucafort |
Contadino (pagès) |
1615 |
100 |
16 |
Serrallonga |
Contadino (pagès) |
1626-1632 |
100 |
Fuente: X. TORRES SANS, Els bandolers (s. XVI-XVII), Vic, 1991.
PERIODO DI ATTIVITÀ DEI BANDITI CATALANI
Núm. |
Banditi |
Periodo
minimo |
Anni di
attività |
1 |
Antoni Roca |
1540-1546 |
6 |
2 |
Joan Escuder |
1563-1571 |
8 |
3 |
Montserrat Poch |
1570-1578 |
8 |
4 |
Jonot Canyadelles |
1570-1590 |
20 |
5 |
Bernat Perpunter (a)
Bergina |
1576/81-1616 |
35/40 |
6 |
T. Juyol |
1581-1616 |
35 |
7 |
Batlle d´Alòs |
1587-1591/95 |
4/8 |
8 |
Fratelli Garreta |
1587-1601 |
14 |
9 |
Barbafina |
1587-1605 |
18 |
10 |
Cua de Llop |
1587-1605 |
18 |
11
|
Barrabam |
1590-1605 |
15 |
12 |
Moica |
1596-1616 |
20 |
13 |
Gasparó Font |
1597-1611 |
14 |
14 |
Fratelli Coixard |
1598-1616 |
18 |
15 |
Pay Català |
1600-1609 |
9 |
16 |
Miquel Morell |
1600-1613 |
13 |
17 |
Benet de Rocallaura |
1600-1616 |
16 |
18 |
Perot Rocaguinarda |
1602-1611 |
9 |
19 |
Jaume Julià |
1603-1616 |
13 |
20 |
Antoni Sala |
1606-1616 |
10 |
21 |
Pau Trucafort |
1605-1619 |
14 |
22 |
Gabriel Trucafort |
1606-1616 |
10 |
23 |
Batlle de Les Lloses |
1609-1616 |
7 |
24 |
Fratelli Tallaferro |
1611-1616 |
5 |
25 |
Serrallonga |
1623-1624 |
11 |
Fuente: X. TORRES SANS, Els bandolers (s. XVI-XVII), Vic, 1991.
(*) Relazione presentata nel Convegno internazionale di studi storici:
«Banditismi mediterranei. Secoli XVI-XVII» (Fordongianus-Samugheo, 4-5 ottobre 2002). Il
testo è destinato agli Atti del Convegno, in corso di pubblicazione a cura di Bruno Anatra
(Università di Cagliari), Francesco
Manconi (Università di Sassari) e
Xavier Torres Sans (Universitat
de Girona).
[1] F. BRAUDEL,
[2] J J. REGLÀ, El bandolerisme
català del Barroc, Barcelona, 2ª ed., 1966 [1962]; Id., Felip II i
Catalunya, Barcelona, 1956; Id.,
Bandolers, pirates i hugonots,
Barcelona, 1969; y en colaboración con J. FUSTER, Joan Serrallonga. Vida i mite del famós bandoler, Barcelona, 1961.
[3] J. VICENS VIVES, Un segle sense opcions. En un racó de
[4] E. J. HOBSBAWM, Primitive Rebels, Londres, 1959; Id.,
Bandits, Londres 1969 (2ª ed., 1974);
Id., Social Banditry, en
H. A. LANDSBERGER (ed.), Rural Protest:
Peasant Movements and Social Change, Londres 1974; Id., “Introduction”, en G. ORTALLI (ed.), Bande armate, banditi, banditismo e
repressione di giustizia negli stati europei di antico regime, Roma 1986,
pp. 13-18.
[5] No solo en
[6] J. CASEY, The Kingdom of Valencia in the Seventeenth Century, Cambridge,
1979, pp. 206-222; A. BLOK, The Mafia of
a Sicilian Village 1860-1960, Cambridge-Oxford 1988 [1975]; H. HESS, Mafia and Mafiosi: The Structure of Power,
Saxon House, 1973.
[7] Los banditi
catalanes del XVI y XVII se conocían con el nombre de bandolers (o bandolieri,
como escribía Francesco Guicciardini en su diario de viaje a España véase, F.
GUICCIARDINI, Diario del viaggio in
Spagna. Memorie di famiglia, edizione di B. Maier i M. Spinella,
Pordenone 1993, p. 19). Al principio, los bandits (o bandejats) catalanes eran en realidad los bandidos o personas
puestas al bando y los proscritos. Un bandoler
era más bien el fautor de un bàndol o
facción; quizás un masnadieri feudal.
Per sucedía a menudo que bandolers y
mesnaderos se convirtiesen en verdaderos y propios bandoleros y salteadores de
caminos. Bandoler, por último, podía ser también sinónimo de «fante di
ventura o... soldato spesso dedito coi
compagni alle scorrerie e al saccheggio», como sucedía con la poco utilizada
palabra de brigante en
[9] A. BORRÀS (S.I.), Contribución a los orígenes del bandolerismo
en Cataluña (La pragmática de Carlos V de 1539, en Estudios de Historia Moderna, III (1953), pp. 159-180. Véase
también, N. SALES, Existí un ´bandolerisme català del Barroc´?, L´Avenç, nº 104 (1987), pp. 56-62; y aún
J. DE CHÍA, Bandos y bandoleros en
Gerona. Apuntes históricos desde el siglo XIV hasta mediados del XVII,
Girona 1888-90 (3 vols.).
[10] Sobre la evolución demográfica en la edad moderna, J. NADAL y E.
GIRALT, La population catalane de 1553 à
1717. L´immigration française et les autres facteurs
de son développement, Paris 1960.
[11] Los datos estadísticos sobre el orígene geográfico y social de los
bandoleros catalanes proviene de X. TORRES SANS, Els bandolers (s. XVI-XVII), Vic 1991.
[13] I. ALMAZÁN, Formas de delincuencia rural en la segunda mitad
del siglo XVII. Procesos de
[14] C. LIS y H. SOLY, Poverty and Capitalism in pre-industrial Europe, 2 ed., Brighton 1982; B. GEREMEK, La pietà e la forca, Roma 1986.
[15] A. PLADEVALL,
[16] L. M. SOLER TEROL, Perot Roca Guinarda, Manresa 1909. Sobre la guerrra local de
facciones véase, X. TORRES SANS, Nyerros
i cadells: Bàndols i bandolerisme a
[17] K. B. McFARLANE, England in the Fifteenth Century. Collected Essays, Londres 1981,
pp. 23-43; J. G. BELLAMY, Bastard
Feudalism and the Law, Londres 1989; M. A. HICKS, Bastard Feudalism, Londres 1995.
[18] GUICCIARDINI, Diario del viaggio..., op. cit., pp. 19-20.
[19] E. MUIR, Mad Blood Stirring. Vendetta in Renaissance Italy, Baltimore 1998, pp. 27-38. Véase también,
RAGGIO, Faida e parentela..., op.
cit., p. XIX; WILSON, Feuding..., op.
cit.; A. PIGLIARU, Il banditismo in
Sardegna. La vendetta barbaricina come ordinamento giuridico, Milano 1975
[1959]; J. BLACK-MICHAUD, Feuding
Societies, Oxford 1980 [1975]; R.
VERDIER, Le système vindicatoire. Esquisse théorique, en Id.,
[20] Un análisis más detallado se encuentra en X. TORRES SANS, Guerra
privada y bandolerismo en
[22] X. TORRES SANS, Bandolerisme honorable i
bandolerisme reprovable a
[23] Como socuedía aún en
[24] J. H. ELLIOTT, The Revolt of
the Catalans, Cambridge 1963; F. SÁNCHEZ MARCOS, Cataluña y el gobierno central tras