Conferencia magistrale en: II Seminario en el Caribe. Derecho romano y Latinidad [La Habana-Cuba, 12 al 14 de febrero de 2004]. Memorias, coordinadores y compiladores Pietro Paolo Onida y Eurípides Valdés Lobán, Sassari 2007, XII-187 pp. Indice Sommario
Doctor en Ciencias y Profesor de
Mérito
de la Universidad de La Habana, Cuba
Cuando pretendemos hacer algunas
reflexiones sobre las dificultades y posibilidades reales de un proceso de
integración jurídica en el área del Caribe tenemos que
partir inevitablemente del singular hecho político y diplomático
constituido por la fun-dación, en Cartagena de Indias, el 24 de julio de
1994, de la Asociación de Estados del Caribe.
Sería
bueno recordar que los que propusieron lo que entonces era un nuevo intento
integracionista que ya tiene diez fructíferos años, fueron
precisamente algunos países anglófonos del Caribe.
La nueva agrupación de
países surgía sobre la base de la experiencia anterior, llena de
victorias pero también de retrocesos y se alcanzaba en el contexto de
los acuerdos integracionistas y de cooperación existentes ya entonces en
el área (CARICOM, MCC, G-3, SELA, ALALC - ALADI, MERCOSUR y GRAN), pero
sobre todo surgía en un momento en que cobraban nuevo impulso y rasgos
de independencia las acciones de integración a nivel regional e
internacional, signadas casi todas ellas por una vocación
latinoamericanista y caribeña, determinada no sólo por la
ausencia de EU sino, sobre todo, por la presencia de todos los países de
El 30 de junio de 1994 se aprueba
preliminarmente en Caracas el Convenio Constitutivo de
La histórica Cumbre
Constitutiva del 24 de julio de 1994 y
A
partir de esas fechas, el Gran Caribe cuenta con un organi-smo internacional
que se auto define como “de consulta, concer-tación” y
cooperación para instrumentar sus objetivos y principios de:
1) “iniciar una nueva era en el Caribe,
caracterizada por el fortalecimiento de la integración, la
concertación y la consulta con el fin de asegurar una mayor
cooperación cultural, económica, política, científica,
social y tecnológica entre nuestros pueblos, gobiernos y
países”,
2) “crear un espacio económico
ampliado, más competitivo y viable, que ofrezca posibilidades para la
cooperación y la concer-tación”,
3) “promover el desarrollo sostenible como
estrategia … para mejorar el nivel de vida y combatir eficazmente la
pobreza crítica en que vive una gran parte de nuestros pueblos”,
4) “proteger y conservar el Mar Caribe como
“patrimonio común de todos los pueblos del Caribe”, y
preservar el medio ambiente y los recursos naturales de la región,
5) “dar prioridad” a los sectores de
turismo, comercio y transporte en las acciones concertadas,
6) “respeto a la soberanía e
integridad territorial … la libre determinación de los pueblos, el
Estado de derecho, a los princi-pios democráticos, a los derechos
humanos y a la solución pací-fica de controversias”,
7) facilitar la participación coordinada
en los foros multi-laterales,
8) “promover la integración
económica, incluida la liberali-zación comercial, de inversiones,
de transporte y de otras áreas relacionadas”(AEC 1994 y AEC 1995)[1].
Para mí resulta evidente
que aunque entonces no se dijo expresamente, siempre tuvo que estar
implícita la intención – que por demás es
insoslayable – de avanzar en pos de una cierta inte-gración
jurídica en el área. Nada podría hacerse, por supuesto, en
el plano económico, comercial y científico o tecnológico,
si no sobre la base de determinado instrumental jurídico que sirva de
referente, base, punto de partida y normación a todos los países
miembros.
Diez años después de
constituida
En estas reflexiones quisiera
entonces apuntar lo que a mi juicio es ya un conjunto de factores que favorecen
los propósitos integracionistas y cuáles son otros que,
también en mi modesta opinión, pueden constituir
obstáculos y dificultades para esos propósitos.
Sólo a partir de ese
conocimiento de las realidades objetivas de nuestro Caribe estaremos en
condiciones de formular estrategias de integración jurídicas y,
dentro de ellas afrontar inteli-gentemente el desafío que consiste en
tratar de aproximar dos sistemas jurídicos diferentes como el
anglosajón y el romano-francés. Ello nos permitirá también
considerar las posibilidades reales del Derecho romano como derecho
aglutinador.
Entre los factores que han
impulsado la unidad caribeña se destacan, ante todo, los
económicos.
El comercio regional asciende a
22.163 millones de dólares, con 10.944 millones de importaciones y
11.219 millones de ex-portaciones: no es un gran mercado pero tampoco es
pequeño. La mayor parte de este intercambio intraregional se realiza al
interior de las subagrupaciones ya existentes antes de la creación de
En el caso del CARICOM, el 34,6%
de sus importaciones intra AEC provienen de las Antillas Holandesas y el 25,6%
del propio CARICOM; mientras el 39,5% de sus exportaciones intra AEC se queda
en el CARICOM, el 24,3% va al G-3 y el 15,6% a los no agrupados. El CARICOM es
la subagrupación que más ha de-sarrollado sus intercambios no
sólo consigo mismo sino con el resto de la región del Gran
Caribe.
Esta fuerza económica,
disgregada realmente hasta hace apenas diez años y hoy todavía en
busca de una verdadera coherencia y organicidad de integración,
constituye un elemento esencial en la deseada unidad y tiene que formar parte
de cierta viabilidad en cualquier proyecto nacional de desarrollo y, más
todavía, como única posibilidad de alcanzar una presencia
apreciable y digna del área en el mundo de hoy.
Sin embargo, existen importantes
obstáculos al proceso integracionista. No tomarlos en cuenta
sería una inadmisible inge-nuidad. Quisiera por ello sólo apuntar
algunos de los más notables de dichos obstáculos.
1. – Ante todo,
constituye un obstáculo de primer orden la situación de
dependencia del área con respecto a los Estados Unidos. El gran
país del norte, pese a su proclamada vocación panamericana,
concentra el 60% de su comercio exterior en los países europeos y
asiáticos y sólo un fluctuante 15% en América Latina. Pero
dentro de ese 15%, más del 50% se refiere a las relaciones comerciales
con México, particularmente después del Tratado de Libre
Comercio. De hecho, en las últimas décadas Estados Unidos exportó
al Caribe menos del 20% del antes señalado 15% e importó del
área apenas un 21%.
Sin embargo, para América
Latina, y en especial para los países de
Las
relaciones e intercambios entre EU y el Gran Caribe (excepto México),
están reguladas por
A raíz de
La posibilidad de que el Caribe se
convierta en escenario de la competencia entre transnacionales de EU se ha
hecho realidad para el caso del banano, en que la empresa Chiquita Brands ha
logrado que se apruebe la aplicación de
2. – Mientras que la
inversión extranjera directa (IED) de los Estados Unidos se destina a
Europa, Canadá y Japón, su inversión en América
Latina apenas alcanza el 15% del total, pero, además, se concentra en
sólo cinco países.
Eso
evidencia que las políticas económicas norteamericanas en el
área han sido absolutamente selectivas, y están dirigidas a
obstaculizar la integración y favorecer los factores disgregantes.
Habría
que agregar que la inversión norteamericana en el Caribe ha cambiado su
estructura en las últimas décadas, en la misma medida en que han
sufrido transformación las estructuras de los flujos netos de capital
que se invierten en América. De hecho ha aumentado la inversión
en cartera, que es muy volátil y deja muy pocas huellas sólidas
en el desarrollo material de nuestros países.
El primer desafío es el que
surge de la disyuntiva entre una integración subordinada a los EU o una
integración latino-americana que refuerce el grado de autonomía
de la región y reduzca la vulnerabilidad que genera la relación
asimétrica con los EU.
Un estudio clásico de este
problema apuntaba que los EU orientan su política exterior hacia la
cooperación, cuando se encuentran en condiciones de mayor o menor
paridad de poder, o hacia el conflicto si la situación es de
desequilibrio de poder. En los últimos veinte años este
patrón de conducta se ha confirmado cuatro veces, con las intervenciones
estadounidenses en Granada 1983, Panamá 1989, Nicaragua 1982-1988 y
Haití 1994. Si los países del Gran Caribe están
interesados en una postura cooperativa por parte de los EU tendrán que
concertar posiciones y negociar de conjunto, como vía de compensar el
marcado dese-quilibrio de poder que existe con cada uno actuando aisladamente.
Sin embargo, la acción
concertada es necesaria pero no es suficiente, si se refiere a lograr un trato
no discriminatorio por parte de los EU. La opción entre el ALCA
(Área de Libre Comercio para las Américas) y
Las relaciones de EU con el Caribe
han ido cambiando en los últimos años y no para mejorar. La ayuda
ha disminuido en diez veces en los últimos años: de 226 millones
de dólares en
3. – Ciñéndome
todavía exclusivamente al ángulo económico del problema
– después me referiré a su alcance cultural y social
– hay que significar las grandes diferencias en el desarrollo
económico de los países de
Las mayores asimetrías se
advierten al comparar los poten-ciales de los países de
En
segundo lugar están Colombia y Venezuela, cinco veces más
pequeños, con un volumen de comercio y servicios en torno a los 20 mil
millones y 40 mil millones respectivamente. Un PIB de 50 mil millones y 60 mil
millones de dólares y poblaciones de 34 millones y 20 millones de
personas respectivamente, y un PIB per cápita de 1.300 y 2.600
dólares.
La tercera clasificación de
países estaría formada por Bahamas, Barbados, Jamaica, Trinidad y
Tobago, Surinam, Haití, República Dominicana, Costa Rica, El
Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y Cuba. La cuenta de
comercio y servicios de estos países está entre más de
1.000 millones de dólares y menos de 5 mil millones de dólares,
el PIB se ubica entre más de 1.000 millones y menos de 10 mil millones
de dólares. La población es de más de 1 millón y
menos de 11 millones de personas (exceptuando Bahamas y Barbados con 300 mil
habitantes cada uno) y el PIB per cápita se encuentra en el rango entre
1.000 dólares y 5 mil dólares (exceptuando Nicaragua con 424 y
Honduras con 540).
La cuarta clasificación
está formada por los países pequeños de
La diferencia entre los más
pequeños y el país de mayor tamaño en
4. – Finalmente
quisiera mencionar las desemejanzas en políticas económicas. En
realidad existen manejos asimétricos y no armonizados en esas
políticas económicas, en especial en lo referido al sector
externo de las economías de los países de
Las políticas
macroeconómicas aplicadas en los países del Gran Caribe, cuando
liberalizan los mercados internos frente a los mercados internacionales, tornan
más factibles las relaciones comerciales con los vecinos más
cercanos, además de que las cercanías geográficas reducen
los costos de ese comercio con los vecinos y propician el abandono de estrategias
responsables de integración caribeña.
Además, las
políticas macroeconómicas neoliberales, dictadas por el FMI y el
Banco Mundial, conducen a la reducción de los mercados internos sea por
la vía de la contracción de la actividad económica o por
la vía de incrementar el desempleo y la pobreza. El estancamiento del
crecimiento de los mercados internos, el aumento de las tasas de
inflación y la contracción del crédito interno, conducen
también al debilitamiento de las posibilidades de la integración
que los pueblos necesitan y ansían.
Está claro que las
políticas económicas de los países del grupo de los tres
son totalmente diferentes. Incluso México ha variado sus
políticas económicas recién sus inestabilidades de finales
del siglo pasado. El dólar sigue siendo la moneda fuerte de
finan-ciamiento y comercio internacional. Las tasas de inflación, aunque
han disminuido, siguen siendo ligeramente altas y las formas de afrontarlas
totalmente faltas de coordinación regional[4].
5. – Quisiera
hacer una breve mención a la diversidad cultural, espiritual e
histórica en la formación de nuestros países de
Los países del Grupo de los
Tres surgieron, como todos sabemos, de las primeras luchas independentistas en
nuestro conti-nente, vinculados a fuertes ideologías emancipadoras, como
es el caso de México o Venezuela, y agregaría que
ideologías integra-cionistas, como es notable en la historia de Colombia
y Vene-zuela. Por supuesto que se trata de países que alcanzaron fuertes
perfiles nacionales desde principios del siglo XIX. En Centro-américa
los procesos descolonizadores, aunque ligeramente dife-rentes, también
fueron tempranos y dieron lugar a pugnas na-ciones en que se tensionaban las
artificiales fronteras con una indiscutible identidad regional.
En el caso de Centroamérica
y del Grupo de los Tres, además de algunas islas, la independencia se
obtiene a partir del enfren-tamiento a la colonización española,
lo cual los distingue desde el inicio de aquel otro grupo de países de
las islas que sufrieron la colonización inglesa, holandesa o francesa.
De hecho el proceso
independentista en esos países bajo dominación británica
apenas tuvo significación en cuanto a reales resultados. Es sabido que
sólo fue en la década de los cuarenta del siglo pasado cuando el
movimiento popular de algunos de ellos forzó a la metrópoli a
introducir cambios en la estructura de la dominación política, y
que Jamaica y Trinidad apenas en 1962 conquistaron su independencia, Barbados y
Guyana en 1966 y Granada en 1974.
Eso explica que Eric Williams, que
fuera Primer Ministro de Trinidad y Tobago y significativo historiador
antillano, dijera de su país: “El 31 de agosto de 1962 un
país será libre, se establecerá un Estado en miniatura, pero
no se habrá forjado ni una sociedad ni una nación”[5].
La colonización en esas
islas ha provocado la existencia de estructuras sociales y culturales que
requieren estudios profundos. En casi todas esas colonias británicas los
grandes terratenientes fueron esencialmente absentistas, muchos de ellos
siquiera pisaron una vez sus grandes plantaciones. Cuando se vieron obligados a
liquidar la esclavitud, la economía de plantación cayó en
una gran depresión y en general se presenció el fin del monopolio
azu-carero de las Antillas inglesas. Se produjeron entonces impor-tantes
“importaciones” de siervos escriturados, procedentes de China,
Africa y
En Jamaica, por ejemplo, la
formación del sistema de gobierno denominado Crown Colony Government,
después de la frustrada rebelión de Bahía de Morant, en
1865, obstaculizó el desarrollo de una conciencia nacional y aumentó
la deformación cultural de
Trinidad entra a la
dominación británica más tarde que otras colonias. Tuvo
una población amerindia y fue colonizada por los españoles, que
la pasaron a dominio inglés recién las guerras napoleónicas.
Sin embargo, es significativa la gran inmigración que tuvo la isla, la
cual aumentó hasta 1860 con africanos supue-stamente libres que entraban
como siervos escriturados. Por el contrario de otras islas, en Trinidad sobraba
la tierra cultivable, por lo cual los esclavos emancipados se asentaban en esas
tierras, bajo diferentes instrumentos legales. En 1845 entra a
En Guyana, al igual que en
Trinidad, existe una verdadera mezcla de razas: junto a los colonizadores
blancos, holandeses, franceses e ingleses, convivieron pueblos
aborígenes y, más tarde, africanos, también hindúes
como siervos escriturados, portugueses como explotados y chinos como
semiesclavos.
La dominación inglesa
desarrolló en Guyana el predominio político, cultural y social de
los británicos, pero junto a ellos convivieron los portugueses,
originalmente introducidos como siervos escriturados y más tarde
devenidos comerciantes y profe-sionales. Los chinos no constituyen actualmente
un grupo étnico diferenciado pero sí lo son los negros y los
hindúes. Estos últimos mantuvieron durante mucho tiempo su
presencia cultural sin mezclarse, pero a finales del siglo XIX muchos de ellos
aceptaron la religión cristiana, la cultura criolla y pasaron a integrar
un sector profesional significativo.
En Barbados las cosas fueron
diferentes: la isla tiene una pequeñísima extensión
territorial y es, sin embargo, uno de los países más densamente
poblados en el planeta. Allí la burguesía reaccionaria ha conservado
un altísimo nivel de influencia espi-ritual, amén de
económica. En 1887 James Frouder podía decir: “En ninguna
de nuestras posesiones está la marca de Inglaterra tan fuertemente
impresa como en Barbados”[6].
Actualmente sigue siendo un país de absoluta cultura anglosajona y una
rigurosa división de clases.
Estas consideraciones, sin duda
muy generales, exigen ser profundizadas y particularizadas, puesto que ellas
tienen mucho que ver con el problema central de nuestras reflexiones, esto es,
con el enfrentamiento, en
Estimados amigos, según el
Diario que escribió el Mayor británico Joseph Gorham, en el cual
describió en 1762 la estructura de las tropas inglesas que participaron
en la toma de
En sus estudios
etnográficos Don Fernando Ortiz revelaba que, en la década de los
30 del siglo pasado, alrededor del 10% de la población cubana eran
emigrantes o descendientes de las Islas del Caribe, tanto hispanas, franceses
como inglesas, aunque no holandesas.
Si tomamos en cuenta que en esa
década de los 30 la población cubana era de aproximadamente 4
millones de habitantes, es claro entonces que en ese momento ya más de
400.000 negros resi-dentes en Cuba eran emigrantes del Caribe. Su cultura y su
histo-ria se habían vinculado a nuestra cultura y nuestra historia
consti-tuyendo una entidad de identificación y unidad espiritual
difícil-mente desechable. En aras de esa identidad caribeña, hago
votos por el éxito de nuestro camino de integración y espero que
este modesto encuentro sirva a esos altos fines.
[1] Los estados actualmente integrantes de
Tienen
la condición de Miembros Asociados, los siguientes: Potencialmente
podrían ser considerados como tal los países contemplados en el
Anexo No. 2 del Convenio Constitutivo: Anguila, Bermuda, Islas Cayman, Islas
Turcos y Caicos, Islas Vírgenes Británicas, Islas Vírgenes
de Estados Unidos, Montserrat, Puerto Rico, República Francesa a
título de: Guadalupe, Guayana, Martinica, Reino de los Países
Bajos (Aruba y Antillas Neerlandesas).
Nota:
los subrayados son los actuales miembros asociados de
[2] Quisiera significar que como la mayoría de los politólogos identifico como Caribe en sentido restringido a las Islas del Mar Caribe más Belice, Guyana, Cayena y Surinam. Como Cuenca del Caribe reconozco a esas Islas más los países de Centroamérica y como Gran Cuenca del Caribe, a todos ellos más México, Venezuela y Colombia.
[4] Al respecto puede verse García
Lorenzo, Tania:
“Impacto en el proceso de formación de
[5] Williams, Eric: History of the People of Trinidad and Tobago,
citado por Blanca Acosta, Samuel Goldberg e Ileana
Sanz en “Introducción
a la narrativa antillana de lengua inglesa”, en Cuentos del Caribe, La
Habana 1977.