N. 6 – 2007 – In Memoriam//Valdés
Lobán
Al
hombre extraordinario y al profesor ejemplar
que
es el Dr. Eurípides Valdés Lobán
Universidad
de Pinar del Río, Cuba
Lo primero que debo aclarar al comenzar a escribir sobre
Eurípides es que nunca podré hacerlo en pasado, quien tuvo el
placer de conocerlo como yo no puede adaptarse a su ausencia, y esto se debe
precisamente a que, aunque físicamente no podamos compartir con
él, son muchas las enseñanzas que nos dejó y que hacen que
nos acompañe siempre.
Yo fui su alumna durante cinco años en la Universidad,
cursando la carrera de Derecho y él es ese paradigma de profesor que
hace que te enamores de tu profesión al instante. Eurípides
enseña con pasión porque ama el Derecho y sobre todo porque sabe
la gran responsabilidad que tiene un educador cuando se enfrenta ante un grupo
de jóvenes ávidos de conocimiento. Su principal objetivo es
enseñar Derecho, con el rigor académico y el dominio
técnico jurídico que eso requiere, pero sobre todo se
empeña en formar juristas de principios, con los valores de justicia,
equidad, sencillez, honradez y dignidad que no pueden faltar en un profesional
de nuestra esfera.
Por el alto grado de responsabilidad que sentía hacia su
labor es que siempre se sacrificó por ella, nunca le importó
dedicar horas de sueño o de esparcimiento si el trabajo exigía de
su esfuerzo. Dedicó casi toda su vida al desarrollo del Derecho,
particularmente en su provincia de Pinar del Río, porque a pesar de su
gran inteligencia, preparación y nivel académico, lo que le
valió para que le hicieran múltiples y tentadoras propuestas de
trabajo en varios lugares del mundo, siempre pensó que su lugar estaba
en su país, sin el cual no podía vivir, y que donde más
podía aportar como persona y como jurista era en Pinar del Río,
máxime cuando es el único Doctor en Derecho con que cuenta la
provincia.
Ante todo Eurípides es un hombre de izquierda,
revolucionario hasta las últimas consecuencias, defensor del respeto a
los derechos que todo ser humano posee y amante de la democracia, recuerdo las
mil veces que me ha dicho que quizás su mayor defecto sea vivir en un
país democrático y creérselo. Soñaba con lo mucho
que todavía falta por hacer en la construcción del socialismo en
Cuba, pues ante todo es un comunista convencido.
Eurípides es de los que con su conducta día a
día ayudan a construir un mundo mejor, un país mejor, estoy
segura que todos sus estudiantes recibieron la enseñanza de que siempre
podemos ser mejores personas, y de
que con nuestra buena conducta sí influimos en que la vida sea
más positiva, aunque a veces nos parezca que no, porque el aporte que
hacemos es algo apenas imperceptible.
Yo tuve un privilegio adicional lo amo hasta el infinito y tengo
la inmensa dicha de ser correspondida, ser su esposa hace que pueda hablar con
conocimiento de causa, pues puedo asegurar y poner en juego mi palabra, de que
jamás Eurípides enseñó o aconsejó algo que
él mismo no hiciera, él es de los grandes hombres que predica con
el ejemplo, que no exige sacrificio si él no hizo uno mayor antes, que
no exige trabajo si él no trabajó el doble antes.
Su gran aspiración, me confesó una vez, es buscar
la excelencia, por eso trataba hasta lo imposible de hacer las cosas bien, por
eso, incluso enfermo, dedicaba casi toda su energía a mejorar todo lo
que pudiera.
El mayor amor de su vida es su hija, Karen, a la que siempre
trató de educar según los principios y valores que tanto defendía
y a la que le legó el mayor regalo que un padre puede hacerle a una
hija: una trayectoria y una conducta ejemplar.
Aunque pasen muchos años el amor, el ejemplo y el recuerdo
de Eurípides siempre estarán conmigo, primero que todo porque me
mostró el lado más lindo de la vida: el amor, pero también
porque me ayudó a ser mejor jurista y mejor persona, y principalmente
porque me enseñó el camino para superarme cada día: la
honradez y el sacrificio.